JUAN MANUEL
DE PRADA
LLEVO veinte
años escuchando repugnantes chistes macabros sobre Irene Villa o sobre las
niñas de Alcàsser; pero ahora resulta que un alguacil barbudo ha repetido uno
en Twitter y se ha convertido para la hipocresía rampante en el enemigo número
uno de la democracia. Estos hipócritas que ahora se rasgan las vestiduras,
denunciando que Twitter es una cochiquera, ponen como diría Vázquez de Mella «tronos
a las causas y cadalsos a las consecuencias». Con razón a Vázquez de Mella lo
quieren desalojar de una plaza, para meter en ella a un señor con «orgasmos
democráticos»; pues es natural que cada época honre a los hombres que están a
su altura.
Como otros
vomitorios de interné, Twitter fue creado para que las masas alienadas,
ordeñadas y destruidas espiritualmente siguieran manteniendo el espejismo de
libertad con el que en su día se les engolosinó. Masas que, viendo que esa
libertad no les sirve para nada, sino para brincar de cama en cama y votar a
unos tipos que luego pasan de sus anhelos como de comer mierda, necesitan un
sitio donde desahogar sus berrinches. De modo que el sistema les brindó los
vomitorios de interné, como quien mete una garrafa de aguardiente en una jaula
de monos, para que las masas alienadas, ordeñadas y destruidas espiritualmente
hicieran lo único que, para entonces, sabían hacer; que es lo único que pueden
hacer, porque antes se han abrazado todos los materialismos entristecedores.
Como nos enseñase Jardiel Poncela: «No saben a qué achacar su mal sabor de boca
y se revuelven contra esto y contra aquello, sedientos de venganza y
convencidos de que debe de haber alguien o algo culpable de que ellos no se
encuentren a gusto. Esta indignación es un goce, porque para un miserable
siempre es un placer el poder injuriar. Y la Humanidad recurre a esa
indignación para hacerse la vida soportable». Decimos que las masas alienadas
no pueden hacer otra cosa, porque antes renunciaron a la libertad para buscar
la verdad propia de los hombres y abrazaron la libertad degradada propia de los
monos; libertad que, como señalaba perspicazmente Leonardo Castellani, «vino a
servir maravillosamente a las fuerzas económicas, y al poder del Dinero y de la
Usura, que andaban con la obsesión de que los dejasen en paz». Twitter fue
creado para que esas masas sin consuelo dejasen en paz al poder del Dinero y de
la Usura, entretenidas en revolcarse en sus propias deyecciones.
Pero el
sistema que creó Twitter debería ser comprensivo con los excesos diarreicos de
sus usuarios.
A fin de cuentas, la libertad que vendió a las masas alienadas es
la «libertad del querer, que Hegel definía magistralmente como «determinación
en sí y por sí», el puro autodeterminarse, el obrar desligado de un juicio
ético. O sea, lo que los teólogos antañones denominaban «libertad luciferina» y
en ciencia política se designa como «libertad negativa» (capacidad de obrar sin
oposición), que en último término impide crear ningún orden, ni siquiera el
fundado sobre la justicia. Por supuesto, esto no es libertad, sino servidumbre,
pues elimina la posibilidad de elegir entre el bien y el mal: es la libertad
que deja de ser un medio para convertirse en un fin en sí misma; la libertad,
en fin, propia de los monos.
Naturalmente,
esta «libertad del querer», este gran «orgasmo democrático», conduce tarde o
temprano a la anarquía absoluta. Pero, mientras llega la anarquía absoluta, el
poder del Dinero y de la Usura puede dedicarse tan ricamente a ordeñar a los
monos. Y tampoco hay que enfadarse demasiado si los monos se ponen a decir
burradas en Twitter, que también necesitan desahogarse, los pobrecitos.
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