Por Tamer Sarkis Fernández,
Dicen las malas lenguas que el Gobierno sirio se
dedica a demoler desde el aire las casas de sus ciudadanos. Tesis rocambolesca,
si se tiene en cuenta la inexistencia de grandes consorcios constructores ni de
promotoras privadas en el país. La inmensa mayoría del parque de vivienda es
público. A diferencia de lo que ha venido ocurriendo en España, allí no es la
finanza quien, bajo la forma del crédito (hipotecario o empresarial), concentra
el grueso de plusvalías inmobiliarias.
Recuerdo el caso de unos parientes: habían comprado un
piso en Tartous por 500.000 liras (alrededor de un millón 300.000 pesetas
entonces), que incluía electrodomésticos de cocina, también de fabricación
nacional. Es el Estado quien hace la vivienda civil. Lo mismo vale decir para
escuelas, hospitales, emplazamientos institucionales, polígonos, centrales
energéticas y museos. Las estructuras significan décadas de destinar
excedentes. La reconstrucción no es negocio: al revés, es inversión social en
una coyuntura más que adversa para el país. ¿A qué la supuesta dilapidación?
¿Acaso estará el Gobierno de la RAS invadido del espíritu ritual del Potlatch?
Cuando se nos cuenta que los caza-bombarderos arrasan contra
la población, la prensa está retando la lógica de los lectores. Se trata de esa
misma población cuya mayoría acudió a decidir la actual composición
parlamentaria, además de votar a Bashar en las presidenciales y decir SÍ a la
nueva Constitución. ¿Para qué ser sádico?; ¿para qué regalar adhesiones al
enemigo?. Más allá, ponerse a extinguir la población “propia” va contra la
Razón de Estado cuando éste rige una economía grosso modo mercantil.
Cuando las fuerzas nucleares del sujeto social han llegado a objetivarse como
fuerza de trabajo, la superestructura política e institucional pasa a ejercer
de “conservante” de su propia base material productiva, sean los gobiernos
despóticos o populares. El colosal gasto-concentración del vértice se sostiene
por el flujo de Valor emitido desde la base. Sin entrar a analizar el carácter
de clase(s) del Estado sirio, la visión de la “batida aérea” es
fundamentalmente ilógica. No es preciso ser Michel Foucault, acuñador
conceptual de la “biopolítica de las poblaciones”, para darse cuenta de esto.
Será también que el Ejército Árabe Sirio, en su
holgura balística sobre un enemigo “poco potente” y “escasamente” pagado,
instruido y cobijado por el exterior, tiene tiempo táctico y reservas
materiales para recrearse con la población. Esta pintura periodística debería
ejemplificar las clases de Lógica Formal. A lo que sumar las noticias sobre el
derrumbamiento aéreo de museos, con la consecuente destrucción de registro
arqueológico, vestido, reliquias, figuras, testimonio documental, etc. Los
museos en Siria son el “monumento” ante cuyo mensaje vivo la nación se
representa su auto-conciencia histórica. Los museos relatan al presente el milenario
acervo nacional, que fue pre-islámico, pre-cristiano y pre-judaico, y que
alumbró el nacimiento de la historia escrita, la domesticación pecuaria, la
conservación de producto sobrante, el monoteísmo primigenio (EL), la siembra,
los oficios especializados o la urbanización. Los semitas de Poniente
(amorritas: de la voz paleo-arábiga amurru, que significa “occidente”),
se concretan en el tiempo como civilización cananea a la vez que sus
migraciones a Mesopotamia llegarán a traducirse como fundación dinástica
babilonia (véase Hamurabi, de la misma raíz amurru). La síntesis de la
descendencia gentilicia amorrita con los descendientes de la civilización
acadio-sumeria, aflorará como civilización asiria (de la voz semítica ashuura,
con doble connotación complementaria de “comunidad” y de “señorío comunitario
sobre una tierra”).
Pero no es precisamente el Gobierno sirio el
interesado en borrar este registro vivo de unidad. Son los enemigos de Siria
los genuinos interesados en re-presentarla como collage imposible
de confesiones, “etnias” y micro-identidades medievalizantes. Collage
que en poco habría contribuido a nuestro Género Humano, subsumido siempre en su
esterilidad fratricida.
Sería posible seguir detallando noticias de prensa
sobre la supuesta destrucción gubernamental aérea de zocos, de extensos y
pintorescos mercados de calle, de ciudadelas, de remotos templos, etc. Todo
ello en perfecta sintonía lógica con lo anterior, aunque no fuera por tener en
cuenta sino posibilidades futuras de reconstituir un sector turístico que en su
década dorada hasta 2011 llegó a suponer casi 10% del PIB.
En 2012 la prensa de “occidente” se apresuró a hacerse
eco de los bulos ideados por Human Rights Watch y Amnistía
Internacional. Ambas ONGs imperialistas hablaban de planes confesionales de
matanza en la Siria costeña. Las autoridades locales, al servicio del Estado y
en connivencia con supuestos grupos “paramilitares”, habrían estado organizando
reuniones donde programar la liquidación de las minorías sunnitas residentes en
las provincias de Tartous y Latakia. De haber sido cierto, ahora sí lo tendrían
fácil para celebrar una siniestra “orgía” a gran escala:
Tartous, ciudad que contaba con alrededor de 200.000
habitantes anteriormente al inicio de la agresión imperialista contra la RAS,
supera hoy el millón. Si contamos el área aledaña a la capital, el perímetro se
sitúa en 2 millones. Entre las provincias de Tartous y Latakia, los nuevos
venidos suman más de 5 millones de sirios. Llegan de Idleb, Sueida, Homs,
Alepo, Raqqa, Tadmor... Los hay maronitas, ortodoxos, drusos... Pero la mayoría
son sunníes, en consonancia con la demografía mayoritaria en las zonas de
procedencia. Huyen de las regiones y distritos controlados por los “rebeldes”
del ELS, el EI y otras bandas de la oposición armada, para refugiarse en
aquella Siria costera de sólido funcionamiento institucional. Unos han escapado
al rigorismo de maneras y a la extorsión practicada por los opositores en sus
ahora feudos. Otros son víctimas del fuego cruzado; algunos de ellos lo han
perdido todo. Y muchos otros han sido llanamente expulsados por una lógica
imperialista de neo-poblamiento que emplea colonos venidos de los cuatro puntos
cardinales. Estos parias, algunos de ellos lúmpenes, bajo el aspecto
superficial de práctica “yihadista”, niegan a Siria su continuidad,
reclamándola para sí como “tierra del Islam”.
Como no puede ser de otra manera en estos casos, no
todo lo que ha llegado a la franja costera es bueno. Los hay también
oportunistas, secuestradores e infiltrados, quienes, mezclados con los ríos de
refugiados, han conseguido instalarse “en la cocina” y empiezan a golpear desde
el interior. Algunos entre los venidos no renuncian a su cantinela confesional,
dedicándose al proselitismo, al secretismo, reconstituyendo nodos sociales bajo
una óptica sectaria, etc. Por supuesto que hay no escasa transversalidad en las
estructuras delincuenciales generadas: una banda compuesta por nuevos
instalados secuestró hace unas semanas a unos parientes míos del pueblo.
“Casualmente” uno de los raptados acababa de ganar a la lotería. Quiero decir:
soplones hay en la Administración, que informan a elementos y gangs desconocidos
entre los convecinos y así cómodamente instalados en su desarraigo y anonimato.
Más allá de casos, el nuevo escenario no ha podido más
que acrecentar el deterioro de las condiciones de vida para la población
costera previa, ya lo bastante arduas a causa de la agresión imperialista y de
su bloqueo mercantil. La densidad poblacional se halla descompensada en relación
a los recursos locales, faltan suministros, la electricidad se interrumpe, se
multiplica el descontrol y los robos, brotan redes mafiosas y de especulación
con stocks, la corrupción encuentra terreno abonado, el aumento
exponencial de los costes-riesgo de transporte origina inflación, etc.
Y en mitad de todos estos cambios y
desestructuraciones, la única constante es la acogida, la hospitalidad y
solidaridad entre sirios, sumado a la implicación asistencial de Estado,
volcado sin reservas en sus ciudadanos. Se han improvisado estructuras,
desviando su función originaria hacia la actual prioridad (por ejemplo,
escuelas destinadas al alojamiento y a la manutención, hospitales transformados
en hospederías, farmacias devenidas hospitales, etc.). “Contradictoriamente”,
este proceso humano fraternal ha forzado la traslación de funciones antes
cumplidas, hacia espacios terceros supletorios, lo que en efecto precariza la
enseñanza, la labor sanitaria, etc. Los tartousinos y los latakienses, quienes
padecen la nueva situación de emergencia, suelen comprender que más han sufrido
sus compatriotas evadidos del yugo imperialista o expulsados de su tierra.
“Sigues en tu tierra. Tu tierra es Siria”, se les anima.
Aquellos diseños costeros de masacre eran un bulo; la
asistencia fraterna actual lo demuestra, justo cuando esa población sunní
aparece condensada en un espacio geográfico de cohesión administrativa y de
fortaleza militar. Pero, ya para empezar, si la aviación siria se dedicara a la
razzia confesionalista, y tal fuera la causa de los desplazamientos
descritos, ¿qué lógica sería la de peregrinar a la boca del lobo?
¿Alguien puede creer en la existencia de un “ejército
alawí”, o “ejército de Bashar al-Assad”, tal y como continúan etiquetando las
noticias al Ejército Árabe Sirio?. La población siria sunní es más del 70% del
total, para un ejército nacional no profesional, es decir, de leva de masas.
Ello en un país donde los parlamentarios son en su mayoría sunníes (reflejando
la demografía nacional); donde la burguesía mercantil damascena es sunní; donde
el empresariado privado tradicional es sunní; donde a ése empresariado hay que
añadirle una nomenklatura empresarial sunní que floreció durante la línea de
Gobierno “liberal” (pro-individualista y pro-mercado) del quinquenio anterior a
2011; donde el lugar de la producción nacional (y no restrictivamente estatal)
ha venido siendo un lugar destacado en relación a una amplia gama de productos,
con el consecuente afianzamiento de industriales particulares sunníes. No nos
engañemos: Siria es un país donde la clase económica de origen ha continuado
siendo un factor destacado de auto-promoción en la carrera militar. Ni la
jerarquía castrense ni la composición de la Oficialía se determinan por
confesión. Siria es, en efecto, una sociedad con diferencias de clase, pero
justamente por eso el EAS no se ha configurado como un ejército sectario.
Precisamente aquí son los verdugos quienes hacen de
víctimas: quienes auto-filman escenificaciones lacrimógenas contra el ficticio
“ejército de Bashar al-Assad”, son aquellos que practican el genocidio y la
“purga” territorial sistemática, no ya sólo contra el “infiel”, el “hereje” y
el kaafir (“cafre”, término condenatorio aplicado a los alawíes), sino
contra los sirios en general. Pues estos, ni se auto-conciben sirios, ni
soportan la realidad siria. No en vano, Siria encarna la cosmovisión antagónica
a la suya propia, volcada en un misticismo transmundano privativo de cualquier
desarrollo social y enemigo mortal de cualquier tratamiento colectivista
a las cuestiones materiales. La cosmovisión de la anti-patria, partiendo de su
moralismo extremo, acaba subsumiéndose en las aguas globales del “liberalismo”,
al revocar la función económica del Poder Político y entregar tales “pormenores
terrenales” al postor imperialista, sea Washington, NY, Doha, Ankara, Riad,
Londres, París, Berlín o Tel-Aviv.
Algún tele-espectador debe de formularse preguntas
como las que he planteado en este escrito, sin entrar siquiera a discurrir
sobre economía, geoestrategia o política. Son cuestiones de Lógica Formal.
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