Por Santiago Niño Becerra*
La gran mayoría de los mayores medios de información y persuasión españoles
han presentado las negociaciones que han estado ocurriendo entre las mayores
instituciones de los establishments financieros (tanto el Banco Central
Europeo, BCE, como el Fondo Monetario Internacional, FMI) y políticos europeos
(la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Eurogrupo, dominado por el
gobierno alemán), por un lado, y el gobierno Syriza, de Grecia, por el
otro, como un desencuentro originado por la supuesta rigidez e incompetencia
del último, a pesar de la paciencia y comportamiento racional de los primeros.
(…)
La evidencia científica abundante (…) muestra el error y/o falacia de dicha
versión oficial. La última evidencia de tal falsedad la acaba de dar una
persona que conoce bien el entramado político que estuvo detrás de las
políticas aprobadas por las instituciones de los establishments financieros y
políticos europeos citados anteriormente, e impuestas a la población griega.
Tal persona es nada menos que Philippe Legrain, antiguo asesor del que fue
Presidente de la Comisión Europea, el Sr. José Manuel Barroso, y que muestra
dicha evidencia en el testimonio presentado frente a la Comisión de Análisis de
la Deuda Pública del Parlamento griego hace solo unos días, el 11 de junio (ver
también el artículo del economista James K. Galbraith, “Bad Faith. Why Real
Debt Relief Is Not On the Table for Greece”, Social Europe Journal, 18.06.15).
Según el Sr. Legrain, el problema se inició en mayo de 2010, cuando el FMI
se dio cuenta de que el Estado griego no podría nunca pagar su deuda pública
acumulada, lo cual causaría un problema grave para los bancos que la habían
comprado, consecuencia de las grandes cantidades de deuda pública adquirida por
estos bancos. Su supervivencia estaba claramente amenazada. Según el Sr.
Legrain, el gobierno alemán era también consciente de este gran problema, como
lo eran los demás componentes del establishment financiero europeo, incluido el
BCE. Todos sabían que la bancarrota del Estado griego crearía un problema
gravísimo para los bancos poseedores de dicha deuda pública. Y este problema podría
convertirse en un problema político mayor. Los bancos extranjeros (no griegos)
que tenían más deuda pública griega eran los franceses y los alemanes (aunque
también estaban los españoles), que habían sido muy activos en la compra de la
deuda griega, la cual generaba unos intereses ya entonces muy elevados.
Hasta aquí el primer capítulo del drama, un drama basado en la complicidad
entre las instituciones financieras (FMI y BCE), por un lado, y las
instituciones políticas que gobiernan los países del euro (la Unión Europea y
los principales gobiernos de la Eurozona), por el otro, para salvar, no a
Grecia, sino a los mayores bancos privados. Dos ciudadanos franceses jugaron un
papel clave en este entramado. Uno fue el Presidente del FMI, el Sr. Dominique Strauss-Khan,
que pensaba dejar el FMI para presentarse a las elecciones francesas –como
candidato del Partido Socialista francés- para el cargo electo de Presidente
del país. El otro francés era el Presidente del Banco Central Europeo, el Sr.
Jean-Claude Trichet, también consciente de las elecciones francesas y del
desastre que podría ocurrir si algunos de los mayores bancos franceses
colapsaban. Una preocupación semejante se tenía en Alemania, donde la comunidad
bancaria gozaba (y continúa gozando) de una enorme influencia sobre el Estado
federal alemán. De ahí que tales instituciones se movilizaran para salvar,
repito, no a Grecia, sino a los bancos, como expuso claramente el Sr. Philippe
Legrain. Y así es como se generó el rescate a la banca por parte del FMI, del
BCE y de los mayores gobiernos de la Eurozona, comprándoles la deuda pública
griega que estos habían adquirido, plenamente conscientes (repito, plenamente
conscientes) de que el Estado griego nunca podría pagar dicha deuda. Era obvio
que todos los actores de aquel drama conocían esto, aunque todos mantuvieron un
silencio ensordecedor a fin de ocultar una situación que, de conocerse, habría
creado una revuelta popular en los países cuyos gobiernos estaban salvando a
los bancos privados con dinero público, comprándoles una deuda pública que
nunca se podría pagar.
El segundo capítulo del drama fue la intensidad y brutalidad (y no hay otra
manera de decirlo) de los recortes de gasto público que se impusieron a la
población griega, unos recortes sin precedentes en un país europeo en tiempos
de paz. Estos recortes tenían como objetivo conseguir que el Estado griego
pagara, primero a los bancos privados, y más tarde a las instituciones
financieras citadas anteriormente y a los Estados que habían comprado a los
bancos privados sus bonos públicos griegos. Estos recortes se impusieron al
pueblo griego con pleno conocimiento del enorme daño que causarían, tanto al
bienestar de la población como al estado de la economía griega. El FMI había
estimado que tales recortes originarían un descenso de un 5% del PIB griego. En
realidad, fue mucho peor. El PIB griego descendió nada menos que un 20%
(algunos creen que fue incluso mayor, un 25%).
Lo que es importante señalar es que otro de los mayores objetivos de estos
recortes fue que estos determinaran un descenso de la deuda pública griega,
objetivo que (como era fácil de predecir), no solo no se alcanzó, sino que se
consiguió todo lo contrario. La deuda pública aumentó de una manera muy
notable, alcanzando el 150% del PIB en el año 2013. Como indicó el Sr. Legrain
en su declaración frente al Parlamento griego, ninguno de esos “expertos” del
FMI ha sido penalizado por sus errores, errores que definió como “estupideces”,
consecuencia de su aceptación acrítica del dogma neoliberal.
Pero otro objetivo de esa imposición de las políticas de austeridad era
castigar al pueblo griego (y anunciar que se castigaría con la misma
fuerza a cualquier otro país que no pagara la deuda pública de su Estado, como
podría ocurrir en España), escogiendo las intervenciones que dañarían más a las
clases populares, como por ejemplo las pensiones públicas, justificándolo bajo
el argumento de que estas pensiones eran exuberantes, argumento que fue
previsiblemente promovido por los mayores medios de información. (…) En
realidad, solo el 14% de los pensionistas reciben más de 1.050 euros al mes. La
gran mayoría reciben unas pensiones por debajo de 665 euros, que es el umbral
de pobreza en aquel país.
Es importante señalar que ni el gobierno anterior al de Syriza ni las
autoridades del FMI, del BCE, de la Comisión Europea o de los gobiernos alemán
y francés, jamás exploraron la posibilidad de reducir el gasto militar, lo cual
no deja de ser sorprendente, pues Grecia es el país que se gasta más en sus fuerzas
armadas en la UE-15, después del Reino Unido. La causa de este silencio era
fácil de ver. Francia y Alemania eran los mayores proveedores de armamento,
realizando unos negocios suculentos con la venta de armas al Ejército griego,
pagadas con deuda pública. Grecia tiene 1.620 vehículos blindados, que es un
número más alto que el que tienen Alemania, Francia e Italia juntas. Y en su
mayoría son comprados a estos países.
Y fue el gobierno Syriza, no la Troika, el que propuso que se recortara del
gasto militar, y no de las pensiones, otro dato también ignorado en los medios.
En realidad, el gobierno Syriza ha sido el único que se ha atrevido a
enfrentarse con el Ejército, intentando que desaparezcan las tensiones de
Grecia con Turquía, hábilmente utilizadas por las fuerzas armadas para
perpetuar sus intereses. Como era ya previsible, el gobierno de EEUU y la
OTAN han ayudado al rearme de aquel país, presionando a la vez para que Grecia
haga recortes en su Estado del Bienestar, incluidas las pensiones.
El quid de la cuestión que no apareció en las negociaciones hasta que
Syriza, el partido gobernante en Grecia, lo puso sobre la mesa, fue la
necesidad de reestructurar la deuda pública griega, pues dicha deuda no podría
pagarse en las condiciones aprobadas por las negociaciones entre la Troika y el
gobierno griego anterior. Este tema era un tema tabú al principio de las
negociaciones, aunque fue, por fin, aceptado al final de las mismas. Las
instituciones del establishment europeo y el FMI eran plenamente conscientes de
ello. Pero preferían ignorarlo y continuar explotando al pueblo griego,
recuperando algo de su dinero prestado (con sus intereses).
Lo que forzó a estos establishments a ser sensibles a considerar la
reestructuración de la deuda fue lo que estaba pasando en Grecia, y también en
España y en Portugal. Las movilizaciones populares en apoyo al gobierno Syriza
(y que fueron acompañadas por movilizaciones a lo largo del territorio de la
UE) en contra de la austeridad, y los resultados de las elecciones municipales
y autonómicas españolas, han alarmado en gran medida a tales establishments,
pues la victoria de Podemos y otros partidos anti-austeridad en las grandes
ciudades les ha preocupado en gran manera (ver John Palmer “We Must Stand With
Greece For The Sake of Europe”, Social Europe Journal, 22.06.15). Y en
Portugal, el Partido Socialista, probable vencedor en las próximas elecciones,
ha prometido anular todas las políticas de austeridad. Hoy, lo que se ha venido
a llamar la nueva izquierda está expandiéndose a lo largo del territorio
europeo, una nueva izquierda que está en contra de esta Europa, queriéndola
sustituir por otra distinta. Y la actual está altamente preocupada. Y de ahí la
flexibilización de la enorme rigidez que había mostrado hasta ahora.
(Extracto del artículo publicado por el Dr. Vicenç Navarro, Catedrático de
Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra, en
blogs.publico.es (27.06.2015).
*Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad
Ramon Llull.
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