La ocultación de la verdadera causa
del Síndrome Tóxico impidió la curación de miles de españoles.
Mientras la Ciencia a los 3 meses ya
sabía QUE NO PODÍA SER EL ACEITE DE COLZA, el Poder ACUSABA Y ENCARCELABA a los
industriales del ACEITE DE COLZA. Mientras la Ciencia a los 8 meses ya sabía
COMO CURAR A LOS AFECTADOS, el Poder ocultaba a más de 60.000 enfermos la
POSIBILIDAD DE SU CURACIÓN.
PACTO DE SILENCIO
En la primavera de 1981 fueron envenenados
más de 60.000 españoles. Más de 700 de ellos, murieron 1. Desde entonces y hasta hoy, los
gobiernos de UCD y del PSOE han centrado sus esfuerzos en impedir que el
auténtico criminal salga a la luz pública. Había que borrar por todos los
medios las huellas que conducían al foco de la intoxicación. Se llegó así a un
oscuro montaje de los distintos sectores del Poder y de los servicios de
inteligencia, para conformar el efectivo «pacto de silencio» que debía evitar
que se supiera que aquí se aplicó a seres humanos una nueva combinación
química, aplicable en el futuro a una posible guerra química.
ENFERMEDAD NUEVA
Hagamos un poco de historia de este
complejo asunto: a principios de mayo de 1981 se detecta una enfermedad nueva
en España, que afecta rápidamente a un creciente número de individuos. En los
primeros días surgen diversas hipótesis de urgencia sobre el origen que
desencadenó la epidemia, hasta que el gobierno anuncia por televisión que la
culpa de todo la tiene una partida de aceite de colza desnaturalizado,
distribuido en venta ambulante. Los industriales y comerciantes que han
intervenido en el proceso de importación, manipulación y distribución de este
aceite son quienes se sentaron en el banquillo de los acusados. Pero a lo largo
de estos años ha habido una serie de científicos que han evidenciado que el
aceite presuntamente tóxico no pudo haber sido el causante de la tragedia.
Simultáneamente, otros
investigadores han ido siguiendo una pista distinta, que conduce a un origen
mucho más lógico para la epidemia, si tomamos en consideración todos los
elementos que conformaron la intoxicación detectada en 1981. Esta pista tiene
su punto de partida en una combinación insecticida, concretamente un combinado
nematicida organotiofosforado que envenenó a las más de 60.000 víctimas al
consumir éstas tomates de una determinada partida tratada con el aludido
insecticida.
La investigación por vía judicial de
esta posibilidad, así como de cualquier otra hipótesis plausible con respecto a
la causa real de la enfermedad, investigación que no debería de finalizar hasta
lograr demostrar fehacientemente cuál fue el indiscutible desencadenante de la
tragedia, es el camino que debe de desembocar en el auténtico juicio del
síndrome tóxico, con reparto de responsabilidades a quien realmente y en
justicia corresponda.
LA CURACIÓN NO INTERESABA
La gravedad del problema se acentúa
por la circunstancia de que por lo menos desde finales de julio de 1981 el gobierno
estaba suficientemente bien informado de que no era posible que el aceite fuera
el causante de la epidemia. Desde aquel momento cuando menos debía de haberse
incentivado con todos los recursos posibles el análisis de las otras
posibilidades que se barajaban para el posible origen de la enfermedad,
posibilidades que ya estaban también a finales de julio de 1981 sobre la mesa
de quienes empuñan las riendas del poder. Eso era prioridad absoluta puesto que
había personas que se estaban muriendo y se imponía la urgente necesidad de
conocer el origen del mal para poder intentar la curación adecuada de los
afectados.
Meses más tarde, pero siempre dentro
del mismo año 1981, el Ministerio de Sanidad queda ampliamente informado de la
posibilidad de que determinado insecticida organotiofosforado podría haber
desencadenado la nueva enfermedad. Pero no actúa en consecuencia.
Y a mi entender la cosa se agrava
aún más cuando 8 meses después de aparecer el primer caso de síndrome tóxico, un
médico militar, el teniente coronel Luis Sánchez-Monge Montero, envía al
gobierno, al INSALUD, «para que lo leyera Valenciano», me diría, refieriéndose
con ello al Dr. Luis Valenciano, a la sazón Director General de la Salud
Pública, un informe en el que afirmaba que el origen de la grave enfermedad
radicaba en un veneno que bloqueaba la colinesterasa, y en el que explicaba
cómo había que curar a los enfermos. Más adelante definiría este veneno como un
compuesto organofosforado. No se trataba de una aventurada teoría: el Dr.
Sánchez-Monge ya había curado para entonces particularmente a unos cuantos
afectados. Lo cual quiere decir que tal vez no todas, pero decididamente muchas
de las 60.000 víctimas podrían estar curadas desde 1982. Pero nadie reacciona en
el INSALUD ni en la Dirección General de la Salud Pública. Mas la gravedad de
la inhibición oficial no termina allí. El Dr. Sánchez-Monge envía también un
informe sobre sus evaluaciones y curaciones a la publicación especializada «Tribuna
Médica», que lo reproduce en la página 8 de su número 937, correspondiente
al 19 de marzo de 1982. Yo me imagino que el Ministerio de Sanidad debe de
estar puntualmente informado de cuantas noticias interesantes se publican en un
semanario de las características de «Tribuna Médica». De modo que me
imagino al Sr. Ministro enterado de que hay un médico que está afirmando haber
curado a una serie de pacientes de la enfermedad conocida por síndrome tóxico,
enfermedad nueva y desconocida en cuanto a su tratamiento, y que en aquellos
momentos configuraba el problema número uno planteado a la Sanidad española con
carácter de extrema urgencia permanente, hasta su total resolución.
Me imagino que en estas
circunstancias el máximo responsable de la salud de sus conciudadanos lo dejará
todo para leer lo que escribe un médico que afirma haber logrado la curación de
unos cuantos afectados. Y al minuto siguiente de concluir esta lectura, me
imagino al aludido velador de nuestra salud telefoneando al médico en cuestión,
para tenerlo al cabo de una hora en el Ministerio de Sanidad y discutir con él
sus experiencias con la finalidad de aplicarlas —en el supuesto de que
realmente resultaran positivas— al resto de la población afectada por la misma
epidemia. Pues no. Nadie, ni desde el INSALUD ni desde el Ministerio de
Sanidad, se acercó a ver que más tenía que decir el único médico español que
había logrado salvar vidas y aliviar a enfermos de la masiva intoxicación.
De lo que se trataba precisamente —a
la vista de toda la evolución del problema, y tal y como lo documento
ampliamente en el libro Pacto de Silencio (Compañía General de las
Letras, Barcelona, marzo 1988)— era de no curar a los enfermos, para evitar así
el que se descubriera el verdadero origen del envenenamiento.
Solamente así cobra sentido el trato
oficial dado al Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada, director en funciones del
Hospital del Rey, en Madrid. Cuando el Ministerio de Sanidad todavía seguía
dictando que el origen de la enfermedad había que buscarlo en un micoplasma, de
transmisión aérea, y de entrada en el organismo por vía respiratoria, el Dr.
Muro ya afirmaba el 10 de mayo de 1981 —a los 10 días de detectada la
enfermedad— que eso era imposible, y que la vía de transmisión era
necesariamente —dadas las características de la sintomatología— la digestiva.
«Si se hubiera enfocado la enfermedad por vía digestiva desde el mismo día 10
de mayo en que se dijo, se habría muerto menos gente y la investigación se habría
enfocado en otro sentido», me diría el hijo del difunto Dr. Muro, mientras el
letrado Juan Francisco Franco Otegui denunciaba ante el Parlamento Europeo el
26 de octubre de 1986 que el gobierno había condicionado los diagnósticos,
ocultado o retrasado el reconocimiento de síntomas de la enfermedad, y
manipulado resultados analíticos para añadir que «paralelamente, la
Administración impidió el desarrollo de hipótesis alternativas valiéndose de
todo tipo de medios incluidos la ocultación y falsificación de todos aquellos
datos que exigían la apertura de nuevas líneas de investigación.»
EL SILENCIO DEL
PACTO
Esas líneas eran las que había que
cercenar en el momento mismo en que comenzaban a brotar. La planta de la verdad
no debía crecer, porque en su configuración iba implícito el nombre de quienes
habían envenenado realmente a más de 60.000 españoles.
Un ejemplo más: el Dr. Muro,
desesperado por el hecho de que las altas instancias sanitarias del país hacían
caso omiso de sus indicaciones acerca de la forma en que había que llevar la
investigación, se lanzó el día 13 de mayo de 1981 a predecir nuevos focos de
afectados: dado que había seguido la pista de la enfermedad y había logrado dar
con la red de distribución del producto venenoso, notificó en la tarde del 13
de mayo a los doctores Munuera y Cañada —subdirector general de programas de
Sanidad— dónde exactamente iban a aparecer nuevos casos de afectados al día
siguiente, con especificación de poblaciones y de calles.
Al día siguiente, 14 de mayo, aparecieron
efectiva y puntualmente estos nuevos afectados en las poblaciones y en las
calles indicadas por el Dr. Muro. Pero en vez de que ello sirviera para que el
Ministerio de Sanidad se decidiera por hacerle caso, sirvió para todo lo
contrario: al día siguiente, 15 de mayo, un telegrama del Ministerio ordenaba
el cese fulminante del Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada de su puesto de
director en funciones del Hospital del Rey.
Ese cese fulminante, así como la
renuncia a acelerar la curación efectiva de los enfermos —se estaba a tiempo de
lograr esta curación efectiva si se hubieran escuchado las voces que iban bien
encaminadas— debía necesariamente de obedecer a muy poderosas razones que nada
tienen que ver con la Sanidad, ni siquiera con el propio gobierno español. Era
el precio que se cobraba el silencio del pacto.
Libro
"Pacto de Silencio", escrito por Andreas Faber kaiser.
Fué publicado en 1988.
Fué publicado en 1988.
Faber Kaiser era joven, pero murió víctima de una enfermedad inoculada, como tantos otras personas que tenían información sobre el ensayo químico de 1981 en Madrid y que también morirían en aquellos años de enfermedades repentinas e irreversibles.
Igualmente reveladora y de gran interés es la especial crónica que sobre este caso firma el periodista JJ Benítez, gran amigo del sagaz investigador Andreas Faber Kaiser, en un artículo titulado "Operación Lamentación".
Pulsar aquí para acceder a la Crónica de JJ
Benítez sobre el Síndrome Tóxico
MÁS INTERÉS EN LOS EE .UU. QUE EN ESPAÑA
Eso ya se notó días antes, cuando el
Dr. Angel Peralta Serrano, jefe del departamento de Endocrinología del Hospital
Infantil de la Ciudad Sanitaria de La Paz, de Madrid, en artículo publicado en
el diario «Ya» de fecha 12 de mayo de 1981, y después de informar que al
INSALUD le habían sobrado 17.000 millones de pesetas aquel año (¡Cuanta
urgencia y efectividad podría haberse aplicado a la resolución de la nueva
enfermedad!), afirmaba, refiriéndose al síndrome tóxico, que en su opinión los
cuadros clínicos que se habían presentado en aquellos primeros días, mejor se
explicaban por una intoxicación por insecticidas organofosforados, que no por
una simple infección viral (neumonía atípica). El artículo en cuestión fue
replicado al día siguiente por el entonces Secretario de Estado para la
Sanidad, Luis Sánchez-Harguindey Pimentel, en carta abierta publicada en el
mismo rotativo, con lo cual el mencionado Secretario de Estado evidenciaba
estar perfectamente al corriente de lo expuesto el día anterior por el Dr.
Angel Peralta. Pero tampoco reacciona, ni obra en interés de los enfermos. Esa
historia, como dije en el párrafo anterior, parece que no va con el gobierno
español: «Ya» es un diario matutino (ojo al dato). Porque el mismo día 12 en
que aparece el artículo del Dr. Peralta hablando por primera vez de
organofosforados, una llamada telefónica de Madrid —del Dr. Gallardo del Centro
Nacional de Virología y Ecología Sanitaria— a Atlanta, en el estado
norteamericano de Georgia, pide ayuda al Epidemiology Program Office del Center
for Disease Control (CDC) y envía a Madrid al epidemiólogo William B. Baine.
Tal y como manifestaría más tarde la eurodiputada Dorothee Piermont,
investigadores y víctimas implicadas son de la opinión de que datos,
historiales clínicos y documentos establecidos con ocasión de la visita del
epidemiólogo norteamericano, fueron transferidos íntegramente al CDC
estadounidense, no siendo por tanto accesibles ya a los investigadores
españoles que consideran falsa la hipótesis del aceite.
Para finalizar este tema, quiero
dejar constancia de la sorprendente realidad de que cuando el síndrome tóxico
—sin estar resulto ni muchísimo menos— deja ya de ser un tema de importancia
para las autoridades españolas, lo sigue siendo de forma prioritaria para los
Estados Unidos. Esto sólo ya es un escándalo en sí mismo. ¿Es que los
americanos querían patentar en su país el sistema de desnaturalización y
re-naturalización de aceite de colza que habían aplicado quienes se sentaron en
el banquillo de la Casa de campo? Que nadie se engañe: más bien estaban al
corriente desde el principio de lo que realmente aconteció aquí en la primavera
de 1981. El detalle que cito aparece textualmente en la hoja 4ª del Acta de la
sesión del 17 de noviembre de 1983 del Pleno de la Subcomisión de Investigación
Clínica de la Comisión Unificada de Investigación, integrada en el Plan
Nacional para el Síndrome Tóxico dependiente de la Presidencia del Gobierno.
Citando una intervención del Dr.
Manuel Posada de la Paz, puede leerse allí: «A continuación expuso la relación
de trabajos que se van a enviar para ver si pueden ser subvencionados por la
vía del convenio Hispano-Americano. Dicho convenio está basado en un dinero que
Estados Unidos paga al Gobierno español por las bases americanas, que se
invierte en proyectos de investigación conjuntos para ambos países. Hace un año
el SAT (síndrome del aceite tóxico) era un tema prioritario para los dos
países, pero en el momento actual no lo es para España aunque los americanos
siguen muy interesados.»
¿ACEITE O
TOMATE?
La línea de investigación propugnada
por la Administración desembocaría por ende en la suposición de que la nueva
enfermedad fue producida por la ingestión de determinada partida de aceite de
colza desnaturalizado, importado de Francia y sometido a un proceso de
renaturalización (extracción o separación del producto colorante en España),
mientras que la investigación emprendida por el Dr. Muro y su equipo
desembocaría en la suposición de que la enfermedad fue producida por el consumo
de una partida de tomates tratados con un compuesto de insecticidas
organotiofosforados, cultivados en Roquetas de Mar, en Almería.
NO PUDO SER EL
ACEITE
Uno de los pilares en los que basan
su acusación quienes argumentan que el origen del síndrome tóxico radica en el
aceite de colza desnaturalizado, es el hecho —dicen ellos— de que la enfermedad
comienza a decaer desde el momento en que deja de ser consumido el aceite
sospechoso: el 10 de junio de 1981 se anuncia por vez primera por TVE la
posible relación de unos aceites sospechosos con el origen de la enfermedad. El
17 de junio se da la orden de retirada de estos aceites sospechosos. Y el 30 de
junio de 1981 comienza la operación efectiva de canje de los mismos por aceite
puro de oliva. A partir de este día, según la tesis oficial, comienza a remitir
la enfermedad, comienza a decaer la curva de incidencia de entrada de nuevos
enfermos en los hospitales. pero esta opinión oficial está falseada. Porque
observando la curva real de dicha incidencia, la enfermedad —el ingreso de
nuevos enfermos en centros hospitalarios— decae espontánea y verticalmente a
partir del 30 de mayo, o sea un mes antes de que a la gente se le quitara el
aceite presuntamente tóxico, y fecha anterior incluso a conocerse por los
medios de comunicación de forma no oficiosa que el aceite era el causante del
síndrome tóxico.
Hay naturalmente otras muchas
consideraciones básicas que excluyen la posibilidad de que el aceite de colza
desnaturalizado fuera el causante de la tragedia.
Por ejemplo: si fuera el aceite el
causante, ¿cómo se explica la discriminación intrafamiliar? Esto es, ha quedado
constatado que es muy rara la afectación de toda la familia, puesto que siempre
permanecen invulnerables alguno o algunos de sus miembros. Por lo que, dado que
el aceite en una cocina como la española es consumido por todos, éste es
difícilmente el vehículo del tóxico.
Lo mismo cabe argumentar para la
discriminación interfamiliar. Intrafamiliar es dentro de la misma familia, en
la composición de la familia. Interfamiliar es en cambio entre familias, la
discriminación que la enfermedad hace entre una familia y otra. Pues es sabido
que el "garrafista" ha vendido a lotes completos de vecinos, y solamente
han enfermado por ejemplo los del 2º F, los del 7º C y los del 1º B, mientras
que el resto permanecen sanos, a pesar de que las garrafas se habían llenado en
el mismo momento, del mismo tanque, y fueron vendidas el mismo día. Etc. etc.
LOS CATALANES, GENÉTICAMENTE DISTINTOS
Curioso y absolutamente
determinante, por sus características tan paradójicas con respecto a la
epidemia del síndrome tóxico, es el caso del circuito catalán de
comercialización del aceite supuestamente tóxico. Estas características vuelven
a ser un elemento más de los varios que, por sí solos, ya refutan la hipótesis
del aceite fraudulento como “vehiculizador” del tóxico que causó el citado
síndrome.
Resulta que durante el año 1981 se
distribuyó en Cataluña aceite fraudulento de composición semejante al
distribuído en la región central, que por ello también fue declarado como
aceite tóxico en aquel momento. La cantidad de aceite comercializado en
Cataluña fue superior a 350.000 kg. Pues bien, pese a haber sido distribuida
toda esa cantidad de aceite y haberse vendido al público durante varios meses
de 1981, no se tiene constancia de la existencia de ningún afectado original de
la zona catalana.
Pero lo más sorprendente del caso es
que una de estas marcas concretamente 'El Olivo', fue también distribuida en la
zona centro, Castilla, y sobre todo en Madrid capital y poblaciones limítrofes.
Pues bien, este aceite oriundo de Cataluña, en donde no provocó ningún
afectado, al ser consumido en Madrid provoca automáticamente afectación. ¿Es
posible que las partidas destinadas a Castilla sean tóxicas y las que se quedan
en Catalunya sean inocuas? ¿O acaso —como apuntó un letrado de la Defensa
durante el juicio— debe atribuirse este fenómeno a una distinta composición
genética o reacción sensible de catalanes y castellanos?
Mucho más lógico que buscarle estos
tres pies al gato, resulta concluir que el aceite no tuvo en realidad nada que
ver con el síndrome tóxico. Nada, excepto que formaba parte en muchos casos del
mismo plato que también contenía los tomates que llevaban el tóxico.
NO HABÍA TÓXICO
EN EL ACEITE
Buscando un punto de apoyo que
justificara la inculpación del aceite de colza desnaturalizado, la opinión
oficial argumentó que el tóxico se hallaba en las anilinas que se usaron para
su desnaturalización (tinte), y en su defecto que estas anilinas originaron
durante el proceso de re-naturalización efectuado en España. Pero resulta que
—como muy ampliamente lo documento en el citado libro Pacto de Silencio— el
aceite sospechoso no contiene tóxico alguno, ni de anilinas ni de anilidas ni de
nada semejante. Así lo manifestaría por ejemplo la Dra. Renate Kimbrough, del
CDC de Atlanta, USA, el 10 de febrero de 1985 a la televisión alemana: «No
hallamos ningún indicio que señalara que el aceite fuera el causante del
síndrome tóxico. Además, muchos otros laboratorios en Europa han intentado
hallar alguna sustancia tóxica en estos aceites, y tampoco tuvieron éxito
alguno.»
Añadiré que a la vista de todos los
datos que hoy poseemos, se hace no ya difícil, sino absolutamente imposible,
mantener que el aceite de colza desnaturalizado fuera el desencadenante del
envenenamiento masivo de la primavera de 1981 en España. Tal posibilidad ha
quedado descartada por los nulos resultados arrojados al respecto tanto por la
investigación toxicológica, como por la bioexperimental y también por la
epidemiológica.
LOS TOMATES
VENENOSOS
Si el aceite no fue el causante de
la tragedia, ¿por qué la Administración ha venido fomentando la idea de que fue
este agente el que envenenó a tantos administrados? ¿Por qué ha cerrado sus
oídos a tantas voces que indicaban —algunas susurrando pero otras gritando— que
ese no era el camino y que en cambio había otro que permitía llegar al foco de
la epidemia e incluso a la curación de los afectados? En buena lógica, igual
daba que la fisura de los controles oficiales quedara descubierta en el negocio
del aceite, como en el negocio del tomate. Puestos a tener que reconocer un
fallo en el sistema, tanto daba una que otra variante. La única diferencia estriba
en que por la vía del aceite solamente se descubre un fraude alimenticio,
mientras que por la vía del tomate se descubre una imprudencia temeraria tras
la cual se puede esconder un error dirigido. Solamente así se explica la
actitud oficial frente a este problema. Como diría en su momento el entonces
subsecretario de Sanidad del Ministerio socialista de Ernest Lluch, Dr.
Sabando, lo del síndrome tóxico no es un problema del Ministerio de Sanidad, ni
de ningún otro Ministerio; es un problema de Alfonso Guerra, Felipe González,
CESID, y luego, por decir algo que lo englobe todo alrededor, digamos KGB-CIA:
este es el único problema, y de ahí no lo podemos sacar.
EL ORIGEN DEL
DRAMA
Recordemos la historia que llevaba
al origen del drama: el 15 de mayo de 1981 el Dr. Antonio Muro y
Fernández-Cavada es destituido como vimos de sus funciones de director del
Hospital del Rey, a causa de los aciertos evidenciados en la investigación de
la etiología del síndrome tóxico. El causante real no debía salir a la luz
pública. A partir del mes de julio del mismo año 1981, y llevando ya la
investigación de forma privada, el Dr. Muro enuncia su hipótesis de que el
síndrome tóxico ha sido causado por un producto fito-sanitario, un
organotiofosforado, vehiculizado por una partida de tomates o pimientos. Desde
entonces y hasta su muerte en 1985 —de un cáncer de pulmón, al igual que Rosón,
que moriría al año siguiente y que era otro de los pocos que estaban
perfectamente al corriente de lo que había sucedido— se dedicó sin tregua a estudiar
el consumo de tomates en los afectados, a reconstruir la comercialización de
los mismos, llegando a localizar —mediante un laborioso proceso de retroceder
desde el afectado al productor— al posible agricultor y al posible campo en
donde se plantaron. Se había comenzado a desandar el camino que llevaba hacia
los organofosforados, como causantes de la intoxicación masiva de la primavera
española de 1981.
De acuerdo con las averiguaciones
del Dr. Muro, el desencadenante del envenenamiento fue una partida de tomates,
cultivados en Roquetas de Mar (Almería), y previamente tratados con un
compuesto organotiofosforado, el fenamiphos (comercializado con el nombre de
Nemacur), combinado con isofenphos (comercializado con el nombre de Oftanol).
Cabe remarcar que el isofenphos es el producto que habría causado la
característica neuropatía retardada acusada por los afectados, y que la
partículo "tio" (en el compuesto organo-tio-fosforado) alude a la
presencia de azufre en la mortal combinación. Combinación por lo tanto
fosforada y azufrada. Así lo dejaría escrito el Dr. Muro:
«El nematicida fitosistémico
Nemacur-10, prohibido en varios países por su alta peligrosidad, e introducido
en España por primera vez pocos meses antes de la epidemia del síndrome tóxico,
es un organotiofosforado del grupo fenamiphos
(4-[metiltio]-m-toliletil-isopropilamidofosfato) que, de no respetarse sus muy
dilatados intervalos de seguridad (mínimo de tres meses), se convierte dentro
del fruto en un fitometabolito derivado extraordinariamente agresivo —su
toxicidad se potencia unas 700 (setecientas) veces— y cuya composición exacta
parece ser alto secreto militar. Las partes fundamentales de su molécula y su
acción bloqueante irreversible de la acetilcolinesterasa, explica
extraordinariamente bien, pese a los desmentidos globales de la OMS, la
patogenia y cuadro clínico observados en el síndrome tóxico. Los tomates
contaminados son semiselectos de la variedad 'lucy', razón por la cual su
consumo no ha afectado a clases o zonas urbanas adineradas.»
ARSENAL QUÍMICO
Aporto estas consideraciones porque
se observa —cuando se analiza todo este asunto en detalle— que el pacto de
silencio que aquí salta a la vista, sólo puede justificarse por la extrema
gravedad de lo realmente ocurrido. Para ello conviene recordar que los
organofosforados se hallan en la base del moderno armamento químico como
también conviene recordar por qué se estaba demorando el acuerdo de desarme
químico entre los Estados Unidos y la Unión Soviética: la creación del arma
química binaria hace imposible cualquier tipo de control internacional, debido
a que su producción puede ser organizada secretamente incorporándola en
cualquier empresa química privada. Implica la experimentación con nuevos tipos
de agentes químicos en la industria de herbicidas, entre otras, existiendo la
posibilidad de evitar las inspecciones en las unidades y empresas que
pertenezcan a sociedades privadas o multinacionales.
Cabe señalar que Nemacur y Oftanol
son productos de la multinacional Bayer. Es importante por lo tanto que al enjuiciar lo
sucedido en España con el síndrome tóxico, se tenga presente que la industria
química privada multinacional ofrece la única posibilidad de ensayo impune en
el supuesto de un acuerdo internacional de suspensión de la experimentación y
almacenamiento de armamento químico
Esto lo sabía perfectamente Juan
José Rosón, al igual que cabe suponer lo saben perfectamente el teniente
general Emilio Alonso Manglano, el coronel Catalá y el general Cassinello, por
citar solamente a algunos conocedores del tema.
Actualmente
sabemos que los muertos son más de 1.100, según datos de la OCU.
Extracto de una entrevista realizada al Dr. Frontela (octubre 2011) :
—Usted afirmó que el síndrome tóxico no se debió al aceite de colza, sino a la ingesta de plaguicidas. ¿Por qué no le hicieron caso?
—No sé por qué, pero puedo decir que llamé al profesor
Vetorazi, secretario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando
descubrí que no era el aceite de colza. En esa conversación, que tengo grabada,
él me contestó que ya lo sabía. ¿Ah?
Andreas FABER-KAISER, 1988.
Libro de JUAN JOSE BENITEZ:
OPERACIÓN
"LAMENTACIÓN"
Ya anochecido, un avión Hércules KC-130 H tomaba tierra en la base aérea de Torrejón, en las proximidades de Madrid (España). Supuestamente, el avión militar formaba parte de la operación de apoyo a la visita del secretario de Estado norteamericano, general Alexander Haig, prevista para ese mismo día. Horas después, efectivamente, aterrizaba en Barajas (Madrid) el avión oficial del general Haig, procedente de Oriente Medio. El vuelo llegó con más de dos horas de retraso. Haig, en representación del gobierno de Reagan, traía la misión de renegociar el Tratado Mutuo de Amistad y Cooperación entre España y USA, firmado en 1976. Era el 8 de abril de 1981.
General Alexander Haig.
A la una de la madrugada, el Hércules fue descargado. Los dos contenedores fueron trasladados a sendos camiones. En el exterior de cada uno de los contenedores podía leerse: “Material desinfectante”. La carga real eran 6.250 kilos de tomates, todavía verdes, procedentes de Fort Detrick, en Maryland (USA), uno de los laboratorios militares en los que se trabajaba en la manipulación genética. Los tomates, de la variedad “lucy”, contenían un potente veneno sistémico; es decir, un tóxico introducido por la raíz de la planta, que terminó por ser asimilado por el fruto. El tóxico era un organotiofosforado del grupo fenamiphos (4 – (metiltio) – m – toliletilisopropilamidofosfato). Una vez en el interior del fruto se transforma en un fitometabolito de gran agresividad. Al ingresar en el cuerpo humano, el poderoso veneno –inhibidor enzimático- provoca, entre otros efectos, una neuropatía periférica, con atrofias musculares y deformaciones en las extremidades superiores. Existe un alto porcentaje de posibilidades de muerte.
Leopoldo Calvo Sotelo, Presidente español del Gobierno (derecha) y Alberto Oliart, Ministro de Defensa. Probablemente, nunca supieron de la maniobra USA.
La mortífera carga fue repartida por los servicios de Inteligencia norteamericanos entre los mayoristas que, a su vez, vendieron los tomates en los mercadillos ambulantes de Madrid y alrededores (Alcalá de Henares, Alcorcón, Torrejón de Ardoz, Carabanchel, San Fernando, Coslada, Getafe y Hortaleza, entre otros). De Madrid se difundió a otras provincias españolas.
Resultado de la llamada “Operación Lamentación”: 3.000 muertos (346 según las cifras oficiales) y más de 20.000 afectados (18.500 según las cifras oficiales).
El ensayo de guerra química nunca ha sido reconocido por las autoridades norteamericanas y españolas.
JJ.Benitez
Ya anochecido, un avión Hércules KC-130 H tomaba tierra en la base aérea de Torrejón, en las proximidades de Madrid (España). Supuestamente, el avión militar formaba parte de la operación de apoyo a la visita del secretario de Estado norteamericano, general Alexander Haig, prevista para ese mismo día. Horas después, efectivamente, aterrizaba en Barajas (Madrid) el avión oficial del general Haig, procedente de Oriente Medio. El vuelo llegó con más de dos horas de retraso. Haig, en representación del gobierno de Reagan, traía la misión de renegociar el Tratado Mutuo de Amistad y Cooperación entre España y USA, firmado en 1976. Era el 8 de abril de 1981.
General Alexander Haig.
A la una de la madrugada, el Hércules fue descargado. Los dos contenedores fueron trasladados a sendos camiones. En el exterior de cada uno de los contenedores podía leerse: “Material desinfectante”. La carga real eran 6.250 kilos de tomates, todavía verdes, procedentes de Fort Detrick, en Maryland (USA), uno de los laboratorios militares en los que se trabajaba en la manipulación genética. Los tomates, de la variedad “lucy”, contenían un potente veneno sistémico; es decir, un tóxico introducido por la raíz de la planta, que terminó por ser asimilado por el fruto. El tóxico era un organotiofosforado del grupo fenamiphos (4 – (metiltio) – m – toliletilisopropilamidofosfato). Una vez en el interior del fruto se transforma en un fitometabolito de gran agresividad. Al ingresar en el cuerpo humano, el poderoso veneno –inhibidor enzimático- provoca, entre otros efectos, una neuropatía periférica, con atrofias musculares y deformaciones en las extremidades superiores. Existe un alto porcentaje de posibilidades de muerte.
Leopoldo Calvo Sotelo, Presidente español del Gobierno (derecha) y Alberto Oliart, Ministro de Defensa. Probablemente, nunca supieron de la maniobra USA.
La mortífera carga fue repartida por los servicios de Inteligencia norteamericanos entre los mayoristas que, a su vez, vendieron los tomates en los mercadillos ambulantes de Madrid y alrededores (Alcalá de Henares, Alcorcón, Torrejón de Ardoz, Carabanchel, San Fernando, Coslada, Getafe y Hortaleza, entre otros). De Madrid se difundió a otras provincias españolas.
Resultado de la llamada “Operación Lamentación”: 3.000 muertos (346 según las cifras oficiales) y más de 20.000 afectados (18.500 según las cifras oficiales).
El ensayo de guerra química nunca ha sido reconocido por las autoridades norteamericanas y españolas.
JJ.Benitez
POSTDATAS
PD.- En el avión militar que transportó la carga envenenada se hallaba también el correspondiente antídoto, consistente en un oponente de la acetilcolina.
PD (2).- El doctor Antonio Muro y Fernández-Cavada, que defendió la tesis de un envenenamiento por vía digestiva, fue cesado en su cargo como director en funciones del Hospital del Rey (Madrid) y, posteriormente, falleció de un cáncer de pulmón.
Juan José Rosón, Ministro del Interior, uno de los hombres mejor informados de España sobre el envenenamiento masivo, también murió de cáncer de pulmón.
Higinio Olarte, colaborador del Dr. Muro en sus investigaciones, falleció de cáncer de hígado. Otros dos componentes del equipo de Antonio Muro tuvieron que ser intervenidos quirúrgicamente y se les extirpó sendos cánceres.
Andreas Faber Kaiser, investigador, que escribió el libro “Pacto de silencio”, en el que se denuncia el envenenamiento masivo, murió de sida.
Ernest Lluch, ministro de Sanidad a partir de 1982, que tuvo conocimiento del ensayo de guerra bacteriológica, fue asesinado. ¿Por ETA? (Como se dijo en su día).
J.J.Benítez todavía vive…
PD.- En el avión militar que transportó la carga envenenada se hallaba también el correspondiente antídoto, consistente en un oponente de la acetilcolina.
PD (2).- El doctor Antonio Muro y Fernández-Cavada, que defendió la tesis de un envenenamiento por vía digestiva, fue cesado en su cargo como director en funciones del Hospital del Rey (Madrid) y, posteriormente, falleció de un cáncer de pulmón.
Juan José Rosón, Ministro del Interior, uno de los hombres mejor informados de España sobre el envenenamiento masivo, también murió de cáncer de pulmón.
Higinio Olarte, colaborador del Dr. Muro en sus investigaciones, falleció de cáncer de hígado. Otros dos componentes del equipo de Antonio Muro tuvieron que ser intervenidos quirúrgicamente y se les extirpó sendos cánceres.
Andreas Faber Kaiser, investigador, que escribió el libro “Pacto de silencio”, en el que se denuncia el envenenamiento masivo, murió de sida.
Ernest Lluch, ministro de Sanidad a partir de 1982, que tuvo conocimiento del ensayo de guerra bacteriológica, fue asesinado. ¿Por ETA? (Como se dijo en su día).
J.J.Benítez todavía vive…
Permítanme
unas citas:
Presidente y Vicepresidenta de Fuentox, Asociación de afectados por el síndrome tóxico de Fuenlabrada:
Pilar Pans, Vicepresidenta:
Precisamente a raíz del síndrome tóxico salen nuevas leyes para el control de lo que comemos. Sin embargo, nadie ha probado experimentalmente que las anilinas ni cualquier otra sustancia de los aceites adulterados producen nada parecido al síndrome tóxico.
Mira, yo entonces era trabajadora del hospital militar del aire. En el hospital se consumía el aceite de colza y sin embargo no había ningún afectado. Segundo, en mi casa enfermamos sólo la mitad de la familia y el primero fue mi hijo de diez años, que resulta que era diabético. Por esta razón tenía prohibido cualquier aceite que no fuera de maíz. No tomó jamás el aceite adulterado que lo compramos como si fuera de oliva. Cuando a mi hijo le toman declaración, el juez le advierte que tiene que decir que ha tomado el aceite adulterado porque si no perderá el derecho de cobrar las indemnizaciones. Yo como madre puse el grito en el cielo, era una coacción. Tercero, decían que al ser aceite barato sólo estaba afectada gente obrera humilde pero a finales de 1980 ya había enfermado una abogada que afirmaba haber consumido sólo las mejores marcas de aceite. La autopsia de 1982 confirmó el diagnóstico. También en 1981 tuvieron que ser hospitalizados varios militares de la base de Zaragoza por síndrome tóxico bajo un secreto absoluto después de unas maniobras. La administración nunca lo ha querido admitir.
Manuel Henares, Presidente:
Cuando acudimos a los juicios de la Casa de Campo, aquello fue una guerra campal. Los abogados se limitaron a decir a los afectados: cuando entréis en la sala a declarar tenéis que decir todos que es el aceite porque sino no cobraréis las indemnizaciones y sabéis lo que os estáis jugando. Los enfrentaron a los que decíamos que no era el aceite. Todo eso te hace sospechar que ya se ocupó muy bien el partido socialista de dividirnos a los afectados. Yo le pedí entonces permiso al juez para explicar lo que yo pienso del síndrome tóxico, pero me calló la boca diciendo que lo único que tenía que hacer era remitirme a las preguntas de unos abogados que sólo querían saber dónde compré el aceite ¡Pero si mi aceite era apto para el consumo humano! Todavía hoy tenemos prueba documental y material para poder demostrarlo. La sentencia fue vergonzosa. Aún no habiéndose encontrado ninguna prueba definitiva culpan al aceite.
No te metas
en líos con este tema. Esta es una de las razones por las que cayó Oneto
de Cambio 16. Cuando publicó “un producto Bayer envenenó España” No
era un producto. Eran tres como mínimo. Solamente con Nemacur y Oftanol no
se explican los síntomas, falta algún otro producto.
El primer Organofosforado que fabricó la Bayer fue el gas tabun por encargo de los nazis en 1936. Es el gas que le gustaba a Saddam Hussein utilizar contra los Kurdos, como en el pueblo de Halabja, donde en un cuarto de hora murieron cinco mil personas.
El primer Organofosforado que fabricó la Bayer fue el gas tabun por encargo de los nazis en 1936. Es el gas que le gustaba a Saddam Hussein utilizar contra los Kurdos, como en el pueblo de Halabja, donde en un cuarto de hora murieron cinco mil personas.
Gudrun me
regaló y dedicó un ejemplar de su libro "El montaje del Síndrome Tóxico”,
tras el visionado en Valencia de su vídeo. Al libro le falta lo que daba el
documental: las terroríficas imágenes de los afectados, que son las que dan el
calibre a la tragedia.
Hubo gente que prefirió el silencio, no a aclarar el misterio, sino a salvar vidas.
Ese silencio, décadas después, nos deja a nosotros expuestos a que se repita.
VIDEOS DE LA PERIODISTA Gudrun Greunke:
Video 1:
Enlace al video 1, por si falla: http://www.youtube.com/watch?v=GbI0sFekF1A
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FUENTES:
Diversos artículos recopilados por el autos del blog y algunas webs:
http://andreas.faber.cat/articulos/denuncia/sindrome-toxico/#ref1
http://free-news.org/afaber02.htm
Diversos artículos recopilados por el autos del blog y algunas webs:
http://andreas.faber.cat/articulos/denuncia/sindrome-toxico/#ref1
http://free-news.org/afaber02.htm
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