Viernes 26
de Junio de 2020
Carlos Santa María
La pandemia del coronavirus ha tenido un efecto
socioeconómico disruptivo, y ha cerrado colegios y universidades en la mayoría
de los países del mundo.
Para la gran mayoría de los siete mil ochocientos
millones de habitantes que tiene el mundo denominado tierra, la aparición
pública del COVID-19 ha sido considerada como imprevista, fortuita, la más
grande catástrofe de la civilización, un virus peligroso que se extenderá hasta
matar a 80 millones de habitantes, por cuya razón los gobiernos se han visto
‘obligados’ a cuidar la salud de sus nacionales a través de medidas de
acuartelamiento y concentración que protejan primeramente a los “abuelitos”. Según
este principio cada ser humano es un peligro para si mismo y su comunidad por
lo cual debe ser controlado a cualquier costo, incluida su libertad.
Sin embargo, si la Corporatocracia, entendida como el
grupo privado y gobiernos más influyente en la arena internacional y vinculado
al dominio del mundo por cerca de dos siglos, ha decidido poner todos
sus recursos para decretar y exagerar la denominada pandemia, debe tener
algún sentido puesto que ellos no lo harían si no fuese una herramienta para
sus propios intereses. De ningún modo se puede creer que estarían
preocupados por la vida de la humanidad si nunca lo han hecho y no habrá motivo
para ello mientras sus intereses sean contradictorios con la existencia de un
planeta sano integralmente, incluyendo sus ocupantes.
Por ello, pese a que el análisis de dicha visión no ha
sido profundizada, puede descubrirse sólidamente como interpretan sus intereses
y el manejo de la pandemia.
Primero, siempre tuvieron claro que la nueva guerra híbrida
será empleando todo tipo de armas que puedan aportar para la destrucción del
competidor, en este caso, la gobernanza multilateral que hoy día implica Rusia,
China, Irán, Venezuela, Siria, Corea del Norte, entre muchas otras naciones que
comienzan a alinearse contra el Nuevo Orden Mundial Unilateral.
Para dicha acción, un virus sería un “enemigo
desconocido” que podría derrotar a quienes desafían el poder casi omnímodo que
poseen y también una extraordinaria medida para utilizar a su favor,
independiente de las víctimas...como siempre ha sido su visión determinista.
Segundo, para evaluar los efectos y medidas que pudiesen
ocurrir si un fenómeno de este tipo se presentara, se hicieron todas las
pruebas necesarias a través de experimentación científica en el campo del
geopoder (que incluye guerra biológica) y, especialmente, utilizando los MMdeD
(Medios masivos de desinformación), imbricado a la industria de las mentiras.
El cine en casa culpando a los chinos de asesinar a espías indios, el perfil
feo de iraníes, rusos, venezolanos, sirios, todos ellos ligados al terrorismo,
se vendió ampliamente. El simulacro de pandemia sobre corona virus realizada
por Bill Gates en octubre 2019, confirmó la validez de la estrategia.
De allí que al unísono, los más de doce mil
instrumentos radiales, televisivos, de prensa y redes organizados por Reuters,
Associated Press y France Press, declararon a comienzos de año un peligro
que destruiría la humanidad si no se contenía: el coronavirus, la COVID-19,
misterioso engendro oriental similar a las pestes imparables, es decir, todo lo
que se planteara para su control sería bienvenido en una zona de pánico
mundial.
Tercero, una vez que el mundo comenzó a sentir temor
indescriptible, acrecentado por los MMdeD, se lanzaron las medidas ya
establecidas de antemano soportadas en numerosos ‘estudios’ y personalidades
del campo médico según las cuales cualquier gobierno que no se preocupase de
este demonio sería responsable de los millones de víctimas. Así, bajo la
coacción de los presuntos expertos y con el espaldarazo de la OMS (Organización
Mundial de la Salud), entidad de carácter privado financiada preferentemente
por laboratorios industriales farmacéuticos y cuya misión jamás ha sido
proponer el sistema público a ningún país como real solución a la problemática
de la enfermedad, se logró decretar la pandemia.
La obra de George Orwell, 1984, donde
se maneja a los ciudadanos a través del pavor, con espías del
pensamiento subversivo (chuzadas telefónicas), telepantallas,
fuerte propaganda del partido único Ingsoc ( ‘nosotros
cuidamos de ti’), enclaustrados y con avisos en todos lados, fue
considerada la mejor solución y se adoptó inmediatamente sin debate
internacional. La normativa nazi del campo de concentración enriquecida
por las experiencias palestinas del sionismo, junto al Panóptico de Jeremy
Bentham como estructura carcelaria, cuyo objetivo es observar todos los
movimientos del prisionero que está recluido en su celda-casa (toque de queda),
quien al no saber si los observan o no vive en paranoia permanente, parecen ser
elementos bases para ‘cuidar la salud de los abuelitos’ y los niños.
Cuarto, lo previsto resultó. Las inmensas ganancias
económicas y políticas en este periodo de las empresas farmacéuticas, de la
bolsa, de los MMdeD, la industria armamentística, el aumento de las riquezas de
billonarios y la banca transnacional, el control de las protestas, la detente a
elecciones transformadoras, el miedo como factor de control mental y físico, se
hicieron imparables, auspiciadas por la corrupción.
Desde esta concepción del destino manifiesto de las
élites occidentales donde los ‘milagros’ ocurren, la muerte de miles es
‘colateral y necesario’. Además, todos los recursos supuestamente gastados
serán ejecutados por los estados para beneficiar a la empresa privada por lo
que, quien se declaró en quiebra o fue afectado, tendrá ‘alivios financieros’
(regalo de capitales) del presupuesto público. Por el contrario, aumentará el
endeudamiento del estado debido presuntamente al COVID-19 que implicará deuda
externa negociable con la soberanía.
Quinto, pero unido al espanto y el control se desnudó
la pobreza en que vivía la mayor parte de los habitantes del mundo capitalista,
sin ahorros, con hambre y trabajos mal pagos o desempleo disfrazado, presuntamente
bajo el cuidado de sus gobernantes buenos. La represión con la ‘policía del
pensamiento’ fue brutal y EE.UU. no pudo ocultar su origen cruel siendo
impedido de hablar a nombre del “Mundo Libre”.
En esta etapa actual son muchos los pensadores críticos
de la salud y el poder que han demostrado el negocio hospitalario de la
pandemia (el pago por cama UCI, por ejemplo), las medidas anticonstitucionales
al impedir la libertad basado en un supuesto cuidado y ha sido un detonante
comprobarse el falso grado de letalidad del Covid-19, pues es inferior
prácticamente a todas las enfermedades graves que han sido masivas. En Ginebra,
sede de la OMS, cuya entidad instauró la pandemia, no existen prohibiciones ni
mascarillas para impedir disfrutar el verano. Suecia demostró que la muerte de
4500 personas en seis meses equivale a un porcentaje menor al O,9% de
mortalidad.
Y las naciones soberanas con un alto grado de
solidaridad al aplicar las medidas transitorias previniendo el contagio y con
medidas de bioseguridad de sus nacionales respetadas plenamente, demostraron al
mundo su conocimiento y conciencia, revirtiendo la tendencia.
Las conclusiones son férreas: los gobiernos si desean
cuidar realmente la salud de sus pueblos deben realizar una transformación del
sistema de salud incentivando un presupuesto que haga de lo público la
excelencia. No hacerlo indica su falsedad.
De igual modo, la creencia que la pandemia
permitiría a los gobiernos autoritarios de la Corporatocracia seguir invadiendo
naciones al estar concentrado el planeta en el pánico, se derrumbó, ya que
se han visto obligados a retroceder y aumentar la vergüenza al ser humillados
por los barcos gasolineros de Irán en Venezuela pese a las constantes amenazas
de atacarlos, lo que no pudieron hacer debido a su debilidad frente a
autoridades dignas y valientes.
La élite mundial aprovechó la pandemia económicamente
para construir un ejército de reserva trabajador, aunque no entendió la
respuesta consciente que se avecina. Es que siempre que los déspotas
intenten realizar su camino incorrecto, los tiempos aseguran que la Equicracia
parece acercarse rápidamente pese a sus designios.
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