martes, 24 de marzo de 2020

COVID19: el «Proyecto Manhattan» de las élites contra la raza humana libre


Las democracias y los Estados de Derecho están sufriendo el ataque de las élites porque el estado de shock que se está generando a nivel mundial están ponderando la eficacia de las dictaduras o las autarquías



14/03/2020 



«Somos hijos de la misma tierra y estamos en guerra». Esta es la estrofa de una canción en la que, en referencia a otra crisis humanitaria, se daba en el clavo: los seres humanos estamos en peligro porque el 1% que concentra el 82% toda la riqueza del mundo aspira a conquistarlo todo, a ser los amos de todo, a someter a la humanidad como Sauron con el anillo de poder: «Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas».

La crisis del coronavirus es la nueva fórmula que están utilizando estas élites, estos sectores que controlan el verdadero poder, para imponer sus intereses. No piensen que esto ha sido un brote vírico casual, una mutación espontánea. No. Esto es un ataque directo al ser humano a través, nuevamente, de la imposición del miedo.

El filósofo Thomas Hobbes fue uno de los primeros en plantear una relación directa entre el terror como elemento político y de construcción del Estado. La crisis del coronavirus es una muestra evidente de cómo se está utilizando el miedo como elemento de sumisión de las personas a las clases dominantes. No hay más que ver el miedo y la psicosis que se está generando y las consecuencias microeconómicas que ya está teniendo. Hay que recordar cómo los expertos y estudiosos de los métodos de tortura han llegado a la conclusión de que sólo en estado de crisis psicológica provocada por el miedo, el individuo entra en una situación de vulnerabilidad extrema que lo hace perfectamente manipulable.

Si volvemos la vista atrás nos encontramos múltiples ejemplos de sometimiento por el miedo con fines políticos, sociales o económicos. Las élites tienen tanto poder que esa manipulación es tan sutil que es muy complicado darse cuenta. Uno de los puntos fundamentales de ese manejo del miedo como elemento de sometimiento es el aprovechamiento de los momentos de contingencia provocados por una crisis o un peligro, tal y como está ocurriendo ahora con el coronavirus, para imponer medidas de subordinación que en circunstancias normales serían rechazadas por la ciudadanía.

Las dictaduras privadas del capital han aprendido de las dictaduras políticas. Las primeras no tienen ideología ni color, salvo, evidentemente, el verde del dólar. En situaciones de miedo las élites pueden imponer a los gobiernos las medidas que más les favorecen, independientemente de si las consecuencias serían catastróficas para la población. Como ésta se encuentra en estado de shock, se aceptan. La crisis de 2008, que ahora tanto se evoca, sirvió para que las clases dominantes pudieran imponer políticas austericidas y neoliberales que aumentaron la desigualdad y la precariedad al mismo ritmo que el número de millonarios.

Estas clases dominantes, además, controlan a través del big data el flujo de información y los canales de comunicación que llegan a las personas que están aterradas. Se está atacando a la propia democracia, poner en duda su eficacia frente a una crisis global de este tipo. ¿Cómo lo están haciendo? El coronavirus surgió en China y se está generalizando un peligroso mensaje por la gestión que el país asiático de la crisis sanitaria: las autarquías son más eficientes que las democracias y se ponen ejemplos como la construcción de hospitales en 10 días o la imposición del aislamiento sin que la población se rebele o proteste. Todo eso lo contraponen con la gestión que se hace en los países democráticos de la Unión Europea. Sin embargo, lo que no se dice en esos mensajes es que China ha necesitado de casi 50 días para la reducción del número de contagios y que en países como Italia o España apenas se llevan 15 días de gestión y que se está en la fase de mayor número de contagios. No se trata de una mala gestión, se trata de que una pandemia tiene fases, y en China están ya en la fase descendente, mientras que en la UE se está en la ascendente.

¿Por qué se utiliza una pandemia como elemento de miedo para socavar a los regímenes democráticos frente a las autarquías o las dictaduras? Porque las élites viven mejor con gobiernos que no están controlados por el pueblo y que, directamente, los someten.

La desinformación también es un elemento que se está utilizando a través de estrategias de big data. Además del creciente número de bulos que corren por las redes sociales o por las aplicaciones de mensajería, nos encontramos con supuestos análisis económicos del éxito de China en el manejo de los mercados. Foros y blogs se han llenado de la supuesta Operación Jaque Mate por la que «la astucia» del presidente chino y su control de la economía han servido para mantener a flote los recursos económicos soberanos del país asiático. Todo ello comenzó a circular, casualmente, cuando las bolsas occidentales estaban cayendo. Un nuevo elemento de comparación para favorecer a las autarquías frente a las democracias.

El coronavirus es la I Guerra Mundial del siglo XXI, no lo duden, es el intento de sometimiento por parte de las élites, de las dictaduras privadas, que quieren someter a la humanidad para seguir obteniendo beneficios. El miedo es su mejor aliado y nadie, nadie, puede caer en la tentación de bajar los brazos. Al coronavirus se le va a vencer siempre que todos seamos responsables y sigamos las recomendaciones e indicaciones de las autoridades elegidas por el pueblo. Las ciudadanías libres del mundo, unidas, son mucho más fuertes que las clases dominantes y, con responsabilidad y fortaleza, terminarán venciendo esta guerra que se ha iniciado en los grandes centros de poder.

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NOTA DEL AUTOR DEL BLOG: 

Debo felicitar a Manuel Dominguez Moreno, autor de este artículo por tener la valentía y honestidad de escribir en un periódico nacional como DIARIO 16, la verdad desnuda y simple de un acontecimiento tan grave en la historia de la Humanidad como el que nos ocupa.
 ¡¡¡¡GRACIAS POR SER ASÍ !!!!

Coronavirus: la I Guerra Mundial del siglo XXI


El coronavirus no es sólo una crisis sanitaria, sino que tiene ramificaciones en la política, la economía y, por supuesto, en las relaciones diplomáticas. Todo un ataque al sostén del mundo. Una guerra en todos los aspectos.



21/02/2020

Nada es casual y, mucho menos, cuando las élites de distinta índole tienen interés en que no lo sea. El mundo no se ha dado cuenta pero estamos siendo testigos de un conflicto silencioso que tendrá graves consecuencias en el futuro más cercano a todas las ciudadanías del mundo. Nos hallamos en la I Guerra Mundial del siglo XXI y el coronavirus es el último capítulo de la misma.

En la actualidad no veremos grandes batallas como hace un siglo, no habrá una Verdún, una Yprés, unas Árdenas o una Kaiserschlacht. Sin embargo, ahora las guerras se desatan por otros intereses, principalmente movidos por las clases dominantes que quieren acumular riqueza e influencia del tipo que sea. El mayor peligro para esas élites occidentales lleva siendo desde hace un par de décadas China y, hasta ahora, nadie ha podido evitar que se convierta en una de las economías fundamentales para el crecimiento mundial. Si China no crece por encima del 6% de PIB, occidente se arriesga a una grave recesión que, evidentemente, llevaría hacia una grave crisis social. Cuando Napoleón dijo que «Dejad que China duerma, porque cuando despierte, el mundo temblará» jamás pudo imaginar la verdad tan grande que afirmó el general corso.

En el mundo actual, en plena revolución tecnológica, China se ha convertido en la gran amenaza para occidente, principalmente para Estados Unidos y con un presidente como Donald Trump es normal que se le haya intentado parar los pies con un comportamiento violento. Primero fue la guerra de los aranceles. Posteriormente, llegó la del 5G con su veto a Huawei y la amenaza a los proveedores estadounidenses, como Google, por ejemplo, de no vender software a la empresa punta en este tipo de tecnología. En el último mes se ha producido el último ataque: el coronavirus.

No se ha tratado de un brote casual o de una epidemia concreta, sino que ha sido un ataque muy premeditado contra China en dos frentes concretos: el consumo interno y la tecnología.

El brote del coronavirus se produjo, casualmente, en las semanas en las que el mundo chino celebra el Año Nuevo, es decir, el mayor repunte del consumo interno del país, uno de los momentos clave para la economía. La epidemia se podía haber originado en el mes de agosto o a finales de noviembre, pero no, fue casualmente en plenas celebraciones del Año Nuevo. ¡Qué cosas!

Por otro lado, la difusión mediática de lo que estaba ocurriendo en China, la exposición de que se trataba de un virus ultraletal y de propagación muy rápida y que podía llegar a todo el mundo no tenía otro fin que el de deteriorar la imagen internacional del país, además de provocar, evidentemente, una crisis económica, casualmente, en el momento en el que se está celebrando una guerra comercial entre China y Estados Unidos.

La principal consecuencia ha sido la suspensión del Mobile World Congress en Barcelona que, en medio de la crisis sanitaria, generó el pánico, casualmente, entre los competidores de los chinos, tanto norteamericanos como coreanos o europeos, empresas que están muy por detrás en avances tecnológicos. Además de las pequeñas y medianas empresas, las mayores pérdidas las tendrán las multinacionales tecnológicas como Huawei o Xiaomi. Colocar al coronavirus como excusa no es otra cosa que apuntar la culpa a los chinos cuando, en realidad, la retirada masiva de expositores fue iniciada por esos competidores que vieron la oportunidad de tener algunas pérdidas que eran claramente compensadas por lo que iban a dejar de percibir las empresas chinas.

Volviendo a las casualidades, una vez suspendido el MWC la multinacional norteamericana Apple ha decidido poner a la venta su nuevo iPhone de gama baja, cuyos componentes están fabricados en Zhengzhou, y no se ha iniciado una alerta sanitaria. Hay que recordar la famosa frase de los teléfonos y los ordenadores de la multinacional de la manzana que ya se ha convertido en una enseña: «Diseñado en California. Ensamblado en China».

A todo esto hay que añadir cómo este coronavirus tiene una incidencia menor que la gripe común y, sin embargo, ha generado un estado de pánico a nivel mundial, algo que ya ocurrió con la gripe A. A estos fenómenos de pánico a una pandemia no son ajenas las multinacionales farmacéuticas que, en medio de este estado del miedo, logran incrementos importantes de sus ingresos para la investigación de vacunas o medicamentos, fondos que, evidentemente, ponen los diferentes Estados del mundo. ¿Dónde están las mayores farmacéuticas del mundo? En Estados Unidos.

Por otro lado, mientras el coronavirus de ha convertido en la pandemia del 2020, el mundo da la espalda a la grave epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo, donde ya han muerto más de 6.000 personas, una cifra muy superior al coronavirus.

Esta I Guerra Mundial del siglo XXI no es más que la certificación de que la humanidad está en manos de las clases dominantes y que, en muchos casos, la clase política elegida democráticamente por el pueblo, en algunas ocasiones no es más que el fiel servidor de los intereses de las élites. Por tanto, el mundo está perdido porque está a expensas de los caprichos de un 1% de la población que controla el 75% de la riqueza y que, como no podía ser de otro modo, aspira a hacerse con todo, pasando por encima de lo que haya que pasar, incluso de la vida.

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