por Thierry
Meyssan
Aunque Rusia
tiene históricamente un pasado difícil en su relación con Turquía, y
a pesar de que no olvida el papel que el actual presidente Erdogan desempeñó
contra ella en la primera guerra de Chechenia, una posible salida de
Ankara de la OTAN resulta muy interesante para Moscú. En el bando
contrario, el Estado profundo estadounidense, que mantiene su ambición imperial
a pesar de la elección de Donald Trump, está dispuesto a todo para
mantener a Turquía en la alianza atlántica.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 10 de enero de 2017
Lo que John Kerry hace de día, Victoria Nuland
lo deshace de noche.
Para
garantizar su supervivencia personal, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan
ha desatado una gran purga contra todos los elementos pro-estadounidenses de
Turquía, purga que se suma a la lucha que ya había emprendido
contra Siria, contra el PKK [1] y, ahora, contra los mercenarios de Daesh,
anteriormente bajo sus órdenes.
La
destrucción de la influencia de Estados Unidos en Turquía se inició
primeramente con la erradicación del movimiento Hizmet de Fethullah Gulen, el
predicador islamista que trabaja para la CIA desde su exilio
estadounidense en Pensilvania. Y ahora prosigue con la destitución –y
frecuente arresto– no sólo de todos los militares turcos vinculados a
Estados Unidos, sino de los militares laicos en general.
¡La prudencia nunca está de más!
El resultado
es que 450 de los 600 oficiales superiores turcos destacados en la OTAN
recibieron desde Ankara órdenes de regresar a Turquía. Más de 100 de
esos militares han preferido solicitar asilo político en Bélgica,
país sede de la OTAN.
La primera
consecuencia de esa purga anti-laica es que el ejército turco queda
decapitado por un largo periodo. En 5 meses, un 44% de los generales
turcos han sido separados de sus cargos. Pero anteriormente, el 70% de los
oficiales superiores ya fueron destituidos, arrestados y encarcelados en el
marco del escándalo Ergenekon. Sin oficiales superiores capaces de
garantizar su dirección, la operación turca «Escudo del Éufrates»
se ha estancado.
Eso implica
que Erdogan se ve obligado a revisar sus ambiciones militares para los próximos
años, renunciando incluso a buena parte de ellas, ya sea
en Siria, en Irak o en Chipre –3 países donde
actualmente ocupa territorios. Eso le llevó a abandonar el este
de Alepo, en Siria, aunque no Idlib, y ahora se dispone a
retirar sus tropas de Bachiqa, en Irak.
Desde la
perspectiva de Washington, la posibilidad de que Turquía salga de la OTAN,
o al menos del Mando Integrado de la alianza atlántica, ya provoca
sudores fríos a la facción imperialista del poder estadounidense. En
cantidad de efectivos, el ejército turco es el segundo más grande de
la OTAN, después del ejército de Estados Unidos.
Sin embargo,
también en Washington, la eventual salida turca de la alianza atlántica suscita
más bien alivio entre los miembros de la facción del presidente electo
Donald Trump, quien estima que Turquía es un país a la deriva.
De ahí el
forcejeo de los neoconservadores por traer a Turquía de regreso en el «sentido
de la Historia», léase el del «Nuevo Siglo Americano».
Para lograrlo, Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta, está
tratando de ofrecer Chipre al presidente Erdogan, un proyecto que
la propia señora Nuland concibió después de las elecciones de 2015,
cuando el presidente Barack Obama ordenó la eliminación del presidente
turco.
Chantajeando
al presidente chipriota Nikos Anastasiadis, la señora Nuland le “incitó”
a aceptar su «plan de paz» para Chipre: según ese
plan la isla sería reunificada y desmilitarizada –en otras palabras,
Chipre se quedaría sin ejército– y la OTAN desplegaría allí sus
propias tropas, concretamente… tropas turcas. O sea, el ejército
turco completaría su conquista de Chipre sin disparar un tiro.
Si se negara a aceptar ese absurdo arreglo, el presidente
Anastasiadis se vería enjuiciado ante un tribunal de Nueva York por
su implicación como abogado en los negocios de la firma Imperium de su
amigo ruso Leonid Lebedev que pusieron en juego 2 000 millones de
dólares.
Resumiendo,
una ruptura con la OTAN le costaría a Turquía el noreste
de Chipre, que actualmente ocupa, mientras que quedarse en la alianza
atlántica le aportaría el control de toda la isla.
Por
supuesto, dentro de unas semanas el futuro secretario de Estado Rex
Tillerson, ya nominado por Trump, podría sacar a Victoria Nuland del
Departamento de Estado. Pero eso no quiere decir que el grupo que
ella representa perdería todo acceso al poder. La señora Nuland es miembro
de la familia de los fundadores del «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano»,
que participó en la planificación de los hechos del 11 de septiembre
de 2001. Su suegro, Donald Kagan, del Hudson Institute,
instruyó a los neoconservadores y a los discípulos de Leo Strauss en la
historia militar de Esparta. Su cuñado, Frederick Kagan del American
Entreprise Institute, se ocupó de las relaciones públicas de los
generales David Petraeus y John R. Allen. Su cuñada, Kimberly Kagan, creó
el Institute for the Study of War. Su marido, Robert Kagan, percibe
actualmente un salario pagado por el ex emir de Qatar en la Brookings
Institution. Cuatro individuos, 5 tanques pensantes… una sola
ideología.
Victoria
Nuland, por su parte, fue sucesivamente embajadora de Estados Unidos ante
la OTAN, portavoz de Hillary Clinton y organizadora del golpe
de Estado de Kiev, en febrero de 2014. Ayudó al hoy
presidente de Ucrania Petro Porochenko y a Erdogan a crear
oficialmente la «Brigada Islámica Internacional» que ha perpetrado
importantes sabotajes en Rusia y todo indica que el Estado profundo
estadounidense dará continuación a su acción contra la futura administración
Trump.
Quien
prosigue la guerra en Siria es el grupo que está detrás de los Kagan, y
su único objetivo es ahora mantenerse en el poder. El presidente
Barack Obama no sólo no logró sacarlos de su administración sino
que además una personalidad como Victoria Nuland, considerada figura de proa de
la administración Bush, no encontró obstáculo para escalar posiciones
en la administración demócrata y organizar una ola de rusofobia. Después de
haber trabajado en perfecta armonía con Hillary Clinton, la señora Nuland
nunca dejó –junto a su amigo Jeffrey Feltman, el verdadero
mandamás de la ONU– de sabotear la diplomacia del secretario de Estado
John Kerry.
Conocedor
del carácter voluble de Erdogan, personaje siempre capaz de cambiar bruscamente
de estrategia, Moscú tendrá que arreglárselas para tranquilizar al angustiado
presidente chipriota Anastasiadis, o para proponerle a Ankara algo
más interesante y lograr que se mantenga a medio camino entre
Estados Unidos y Rusia.
Fuente
Al-Watan (Siria)
Al-Watan (Siria)
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ARTICULO PUBLICADO EN:
http://www.voltairenet.org/article194880.html
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