por Thierry
Meyssan
Luego de
haber puesto en la presidencia de la República sucesivamente un agente de
la CIA y un lacayo de Qatar, los franceses vuelven a dejarse
engañar –por tercera vez–, y en esta ocasión el engaño viene de un
producto de la influencia israelí. Aún creen haber ahuyentado el espectro del
fascismo votando por un candidato que goza del respaldo de la OTAN, de los
Rothschild, de todas las grandes empresas de la Bolsa de París y de los grandes
medios de prensa. Lejos de darse cuenta de su error, todavía
se hallan bajo los efectos de una hipnosis, de la que probablemente
no saldrán hasta el fin de las próximas elecciones legislativas.
Red Voltaire | Beirut (Líbano) | 10 de mayo de 2017
Inmediatamente
después del anuncio de su victoria electoral, el presidente democráticamente
electo de la República Francesa pone distancia entre el pueblo y él.
Rechazando todo baño de multitudes, Emmanuel Macron cruza, ostentosamente solo,
la explanada del Louvre bajo la mirada de sus partidarios.
El equipo
del ahora presidente electo de Francia, Emmanuel Macron, logró poner a los
franceses en estado de hipnosis. Con ello impuso la elección –con
dos tercios de los votos válidos– de un hombre de sólo 39 años, cuyo
partido fue creado en internet hace casi exactamente un año, y que nunca
antes se había presentado a ninguna otra elección.
Esta
“hazaña” es fruto del equipo de Steele & Holt, una misteriosa firma cuyo
nombre hace referencia a la serie de televisión Remington Steele [1], en la que la directora de una agencia de
detectives contrata a un ladrón –interpretado por el actor Pierce Brosnan– para
que se presente a los clientes como si fuese él el jefe de la
agencia.
Ni se
moleste usted en buscar quién se esconde detrás de la firma Steele & Holt.
Lo único que se sabe a ciencia cierta es que sus dos principales
clientes son la transnacional francesa AXA y la familia Rothschild. Todo el
mundo sabe que Emmanuel Macron trabajó para los Rothschild, pero la
contribución de estos a la organización de su partido político es
un secreto bien guardado. En cuanto al gigante de los seguros AXA,
se trata de una gran transnacional presidida por Henri
de La Croix, quinto duque de Castries, quien preside también el think tank
de la OTAN (el Grupo de Bilderberg), el Instituto del Bósforo (que es
el think tank de Turquía) y, en Francia, el Instituto
Montaigne (un think tank de derecha).
Por cierto,
no está de más recordar aquí que el influyente Henry Kissinger invitó a Macron
a la reunión anual del Grupo de Bilderberg realizada en 2014, junto a los
también franceses Francois Baroin y Christine Lagarde, directora del FMI.
A través del
Instituto del Bósforo se hizo posible detectar y sobornar a diferentes
personalidades de derecha y de izquierda que han aportado su respaldo a Macron.
Fue en los
locales del Instituto Montaigne donde tuvieron lugar las primeras reuniones de
la nueva formación política creada para Macron, que incluso está domiciliada
oficialmente en la dirección personal del director de ese instituto.
El nuevo
partido francés debe su nombre, En Marche! [“¡En Marcha!”], al
hecho que esas dos palabras corresponden a las iniciales de Emmanuel Macron.
Si no se habría llamado En Avant! [“¡Adelante!”], que
en hebreo sería Kadima!, nombre del partido israelí fundado por el
general Ariel Sharon en 2005. Cuando alguien le señaló al viejo general
israelí que el nombre de su nuevo partido recordaba el del partido de Mussolini
–Avanti!–, Sharon replicó que esa era la orden con la que él mismo
solía iniciar cada una de las operaciones que emprendía por iniciativa propia,
como cuando invadió Beirut contradiciendo a su estado mayor.
Tanto Kadima!
como En Marche! son partidos que se dicen centristas y en cuyo
seno se reúnen personalidades tanto de derecha como de izquierda… y todos
sabemos cuán “centrista” fue Ariel Sharon, general israelí que creó su propio
partido para separarse de Benyamin Netanyahu. Ariel Sharon fue de hecho
un colonialista que quería crear un Estado palestino que siguiese el
modelo de los bantustanes sudafricanos. El apartheid era para Ariel Sharon
la única vía que podía permitir la preservación de Israel. Netanyahu, por
el contrario, un talmudista que se niega a aceptar la idea de compartir
Palestina con los goyim [2]. Para Netanyahu los goyim deben ser
expulsados de Palestina, si no es posible exterminarlos.
Volviendo a
la situación política en Francia, seguramente nos enteraremos con el tiempo de
por qué Macron quiso romper con el primer ministro socialista Manuel
Valls. Por el momento, es notoria la insistencia que Valls está
poniendo en tratar de unirse a En Marche!, sólo comparable al poco tacto
que ha tenido Macron para rechazarlo observando que un grave conflicto
los separa.
El fascismo en marcha
Para
impulsar al candidato Macron, la firma Steele & Holt –léase la OTAN y
los Rothschild– se apoyaron en las antiguas redes pro-estadounidenses de
la Fondation Saint-Simon. Juntas orquestaron todo el show sobre «la amenaza
Le Pen», logrando así que muchos electores resueltamente contrarios
a Macron acabaron votando por él por temor a un resurgimiento
del «nazismo» en Francia. Al no tener gran cosa que
reprocharle a Marine Le Pen, le atribuyeron los crímenes de
su padre y unas cuantas cosas más.
Esta
manipulación demuestra que, en la «sociedad del espectáculo»,
la forma es más importante que el fondo. Reflexionemos juntos.
¿Cuáles son las características del fascismo? Decreta el fin de la lucha
de clases recurriendo al corporativismo que reúne a patronos y obreros en el
seno de las mismas organizaciones, decreta el fin de la dialéctica
derecha-izquierda gracias a la creación de un partido único y,
por consiguiente, decreta el fin de toda forma de oposición,
garantizado por el uso de la fuerza.
Si bien la
primera de esas características hubiese podido aplicarse a la visión de las
cosas que tenía Jean-Marie Le Pen, no es menos cierto que ya
no es aplicable a la visión de la sociedad que plantea su hija
Marine.
En cambio,
la dos primeras características del fascismo anteriormente citadas –fin de la
lucha de clases mediante el corporativismo y fin de la dialéctica
derecha-izquierda mediante la creación de una formación política– corresponden
a la perfección con lo que plantea Macron, respaldado en la elección
presidencial por todos los jefes de las grandes empresas de la bolsa de París…
así como por la dirección de la CGT, el sindicato más representativo de la
clase obrera francesa. El propio Macron no cuestiona la capacidad de
los partidos de derecha y de izquierda para defender los valores que consideran
suyos… pero llama a los líderes de esos partidos a que se unan al partido
que él creó en aras de la defensa de «intereses comunes».
De hecho, si la próxima cita electoral prevista en Francia –las
elecciones legislativas– se desarrollan conforme a los deseos de Macron,
eso será el inicio de la destrucción de la oposición.
En todo caso, el unanimismo de la prensa escrita de ambas
tendencias a favor del candidato Macron y la campaña desatada contra los
sitios web que contradicen ese coro de uniformidad mediática sirven para darnos
una idea clara de lo que ya está en preparación.
La Historia
se repite. En 1940, los franceses apoyaron al mariscal Philippe
Petain creyendo protegerse con ello del nazismo… y fue Petain quien
instauró el fascismo. En 2017, acaban de votar por Macron
por temor a la «extrema derecha»… y será Macron quien acabe
instaurando el fascismo.
Una campaña lastrada por los “escándalos”
Es cierto
que algunos electores deben haberse sentido incómodos ante las personalidades
–bastante sui generis– de los candidatos y el uso, por una de
las partes, de métodos de propaganda nunca vistos en Europa desde la
Segunda Guerra Mundial.
Cuando tenía
sólo 15 años, Emmanuel Macron tuvo una relación sexual con
su profesora de teatro –23 años mayor que él–, no tardó en
vivir con ella y se casaron 15 años después. Marine Le Pen
heredó de su padre la presidencia del partido creado por él.
Comenzó por limpiar esa formación política, llegando incluso a excluir a
su propio padre. Si recurrimos a los términos que utilizan los
psicoanalistas, Macron se casó con su madre y Marine Le Pen
“mató” a su padre.
Pero lo más
importante es que el equipo de Macron no vaciló en acusar a sus rivales de
las peores traiciones, y sin la menor lógica pero teniendo la garantía
de que los diarios regionales y nacionales –que ya controla en su totalidad–
no se atreverían a emitir absolutamente ninguna crítica contra esas
acusaciones, a pesar de todo lo absurdas que fueron.
El candidato de la derecha, Francois Fillon, se ha visto así convertido a
ojos de todos en un ladrón, a pesar de que no se ha comprobado
ninguna de las acusaciones de las que fue objeto. Igualmente, Marine
Le Pen es vista como la personificación misma del fascismo, aunque no ha
defendido nunca las posiciones que se le atribuyen.
Una victoria solitaria
En cuanto se
anunció que había sido electo, el futuro presidente Macron pronunció una breve
alocución desde su cuartel general de campaña. Dijo unas cuantas banalidades,
pero con el aire de gravedad del hombre que siente bruscamente el peso de las
responsabilidades que acaban de caer sobre sus débiles hombros. Y luego se
regaló a sí mismo un nuevo instante teatral con sus partidarios en la
explanada del Louvre. Atravesó París en un cortejo de autos con cristales
negros. Luego atravesó a pie, solo e inaccesible, la explanada del Louvre
para subir al escenario allí instalado en su honor. Y desde ese lugar, al pie
de la pirámide de cristal del museo del Louvre, como Napoleón Bonaparte,
pronunció otro discurso, también lleno de lugares comunes pero con un tono
encendidamente marcial, cuando él nunca ha combatido con armas. Para terminar,
se rodeó de su familia y de unos cuantos militantes para entonar La Marsellesa.
Contrariamente
a lo que siempre hicieron todos sus predecesores, Emmanuel Macron
no estrechó ni una sola mano en toda esa velada triunfal. Nadie pudo
acercársele. Macron no permitió que ninguna de las personalidades
políticas que lo apoyaron apareciese junto a él y compartiese su victoria.
Para cobrar el premio por haber traicionado sus partidos respectivos,
esas personalidades tendrán que incurrir en nuevo acto de traición…
aportando nuevamente su apoyo a los partidarios de Macron en las
elecciones legislativas de junio.
Sólo
entonces, ya con todas las riendas del poder en sus manos, el presidente
Macron permitirá que los franceses salgan de la hipnosis. Cuando sea ya
demasiado tarde.
¡Adelante,
en marcha!
[1] Transmitida en Latinoamérica bajo el título
“Con temple de acero”. Nota del Traductor.
[2] Goy, en plural goyim, es el
término, peyorativo, que utilizan los judíos para referirse a todo el que
no es judío. Nota de la Red Voltaire.
Red Voltaire
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