Los
gobiernos occidentales ya ni siquiera tratan de esconder el uso de yihadistas.
¿Ejemplos?
La OTAN derrocó a Kadhafi utilizando a al-Qaeda como fuerza
terrestre; Israel sacó a los “cascos azules” del Golán y los reemplazó por
los hombres de al-Nusra; la coalición internacional contra el Emirato
Islámico permitió que los yihadistas tomaran Palmira para perjudicar al gobierno
de Siria. Es fácil entender los intereses de las potencias occidentales,
pero resulta menos evidente entender por qué y de qué manera los
yihadistas prestan servicio al Tío Sam en nombre del Corán.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 1 de junio de 2015
El jeque
Yussuf al-Qaradawi, gurú de la Hermandad Musulmana y predicador estelar
del Corán en la televisión qatarí Al-Jazeera, bendice a los yihadistas que
operan en Siria e Irak y afirma, muy seriamente, que si Mahoma
viviese, hoy sería aliado de la OTAN.
A menudo nos
preguntamos cómo se las arreglan el Pentágono y la CIA para manipular a
millones de musulmanes y lograr que luchen por los intereses del Tío Sam.
Si bien es cierto que algunos líderes son agentes pagados, también es verdad
que la mayoría de los yihadistas creen que luchan y mueren por ir
al paraíso. La respuesta es extremadamente simple: partiendo de
la retórica de la Hermandad Musulmana es posible apartarse de la
realidad humana y enviarlos a matar a cualquiera, como agitando un trapo rojo
ante un toro.
Oficialmente,
el Emirato Islámico se separó de al-Qaeda y no reconoce la autoridad de Ayman
al-Zawahiri. Sin embargo, en muchos lugares, como en la región siria
de Qalamun, es imposible diferenciar a los seguidores del Emirato Islámico
de los de al-Qaeda: los mismos yihadistas utilizan simultáneamente las dos
etiquetas.
Por
supuesto, siempre habrá quien responda que todo no pasa de ser una
diferencia de orden personal surgida simplemente porque Abu Bakr
al-Baghdadi quiere ser jefe en lugar del jefe. Pero el hecho
es que el Emirato Islámico y al-Qaeda, aunque utilizan retóricas muy
diferentes, recurren exactamente a las mismas prácticas.
Tienen en
común las consignas de la Hermandad Musulmana: «Nuestra Constitución es el Corán»,
«La solución es el islam». La vida piadosa se hace
así extremadamente simple. No importa que el Creador nos haya
hecho inteligentes, invariablemente y sin importar las circunstancias,
hay que aplicar la palabra divina como si fuésemos máquinas. Y si
la situación no aparece en El Libro… la solución es destruirlo
todo. Por supuesto, los resultados de esa forma de actuar son
catastróficos y esas organizaciones han sido incapaces de instaurar en ningún
lugar nada que se parezca al inicio de la sociedad perfecta que dicen
desear.
La
diferencia reside en la historia de ambos grupos:
Desde 1979
hasta 1995, o sea desde la operación de la CIA en Afganistán hasta la
Conferencia Árabe Popular e Islámica de Khartum, los mercenarios de
Osama ben Laden luchaban contra la Unión Soviética con ayuda pública de
Estados Unidos.
Desde 1995
hasta 2011, o sea desde la Conferencia de Khartum hasta la operación
«Tridente de Neptuno», al-Qaeda exponía una retórica contra «los
judíos y los cruzados» mientras seguía luchando contra Rusia en Yugoslavia
y Chechenia.
Y a partir
de 2011, o sea desde la «primavera árabe», al-Qaeda ha apoyado a la
OTAN, en Libia, y a Israel, en la frontera del Golán ocupado.
Pero la
opinión pública occidental no ha seguido esa evolución. Está convencida
del peligro de un mítico expansionismo ruso, se obstina
en atribuir a los yihadistas los atentados del 11 de septiembre,
no ve la realidad sobre lo sucedido en Libia y en
la frontera del Golán ocupado por Israel y se aferra
por ello a la errónea idea que presenta a al-Qaeda como una
organización terrorista antiimperialista. Los árabes, mientras tanto,
no se basan en los hechos sino que eligen –según los casos–
la realidad o la propaganda occidental para inventarse así una
narración romántica sobre al-Qaeda.
El Emirato
Islámico, por su parte, se aleja del Corán y se acerca a los
neoconservadores. Asegura que los principales enemigos son…
otros musulmanes: los chiitas y sus aliados. Prefiere olvidar la
época de la guerra en Bosnia, donde la Legión Árabe de ben Laden
gozaba del respaldo simultáneo de Estados Unidos, Arabia Saudita e Irán.
Pero, ¿quiénes son los aliados de los chiitas? La República Árabe
Siria (Estado laico) y la Yihad Islámica palestina (sunnita). En otras
palabras, el Emirato Islámico lucha prioritariamente contra el Eje de
la Resistencia, que se opone al imperialismo.
De hecho,
el Emirato Islámico asume su papel como aliado objetivo de
Estados Unidos y de Israel en el «Medio Oriente ampliado»,
aunque dice ser –teóricamente– enemigo de ambos.
La
maleabilidad de ambas organizaciones reside en su ideología de base, que
es la de la Hermandad Musulmana. Por eso resulta lógico el hecho que
casi todos los jefes yihadistas han sido miembros en algún momento de
alguna rama de la Hermandad Musulmana. Por eso es también totalmente
lógico el hecho que la CIA ha respaldado no sólo
la Hermandad Musulmana egipcia, desde que esta fue recibida en la Casa
Blanca por el presidente Eisenhower –en 1955–, sino también todas
sus ramas extranjeras y todos sus grupos disidentes. En definitiva,
el califato que soñaba Hassan el-Bana, el mismo que dicen querer Ayman
al-Zawahiri y Abu Bakr al-Baghdadi, no busca volver a la Edad de Oro del
Islam sino instaurar el reino del oscurantismo.
Así lo
confirmó, el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Laurent Fabius,
en 2012 –o sea antes de la escisión entre al-Qaeda y el Emirato
Islámico– cuando declaraba: «En el terreno, ¡están haciendo un buen trabajo!»
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