Cuartopoder.es
Comienza la
campaña y de nuevo asistimos a “feroces” y “despiadados” debates y mutuas
agresiones entre PP y PSOE. Viendo y oyendo las cosas que dicen el señorito Cañete
y la señora Valenciano parecerían que estamos ante dos opciones
políticas radicalmente opuestas que expresan proyectos de país y de Europa
antagónicos. Quizás entran algunas dudas cuando ambos reclaman que no se vote a
los partidos pequeños y que se siga apostando por el bipartidismo. Si al final,
como parece previsible, hay un debate televisivo a dos tendremos el escenario
adecuado para que están elecciones sean cosas de dos, o que al menos, lo
aparenten.
A estas
alturas, sabemos con bastante precisión lo que ha significado para este país el
bipartidismo: modo de organizar el poder para que sigan mandando los que no se
presentan a las elecciones, es decir, los poderes económicos, auténticos y cada
vez más determinantes “señores” de esta limitada y oligárquica democracia. El
bipartidismo limita el pluralismo y cercena las posibilidades para construir
una real y unitaria alternativa a neoliberalismo. El mecanismo funciona siempre
de la misma forma: la derecha económica siempre gobierna, unas veces con la
derecha política y otras veces con una izquierda que no lo es y que impide que
se hagan políticas realmente de izquierdas.
Hay alternancia, no hay alternativa.
Es más, parecería que muchas veces la derecha económica prefiere al PSOE: se
divide a la izquierda social y política y se impide que avance una propuesta
alternativa a las políticas dominantes. Todo ganancias.
Las
cuestiones europeas son las más adecuadas para ocultar las identidades de
fondo, los consensos básicos existentes entre los partidos dinásticos
mayoritarios, apoyados, esto nunca se debe olvidar, por las derechas
nacionalistas catalanas y vascas. El por qué de esto es, hoy, insisto, hoy,
fácil de entender. Por su propia naturaleza, las cuestiones relacionadas con la
Unión Europeas son cosas de especialistas, expertos, lobistas de
diversos y complicados pelajes. Conforme avanza el proceso de deconstrucción de
los Estados sociales nacionales y de la progresiva concentración de poder en
las instituciones de la Unión, más se practica el secretismo y los acuerdos
“bajo mesa” a varias bandas: entre los grupos industriales-financieros, los
funcionarios y las fuerzas políticas mayoritarias, con la activa participación,
paradojas del proyecto, de las instituciones económicas internacionales, como
el FMI, firmemente controladas por “el amigo” norteamericano.
Esta crisis
ha puesto de manifiesto algo fundamental y que los pueblos del Sur de la Unión
conocen con bastante precisión: el poder político no reside en la soberanía
popular sino en unas instituciones opacas a la democracia, estrechamente
dependientes de los poderes económicos y al servicio de un proyecto contrario a
los intereses mayoritarios de las poblaciones. Se podría afirmar que estas
políticas reaccionarias son posibles porque las ordenan y mandan las
instituciones de la Europa del euro; en cada uno de los Estados individualmente
considerados serían imposibles o significarían la caída de los gobiernos que
las aplicaran. El ‘chantaje’ europeo funciona, y para que esto ocurra tiene que
haber un acuerdo de hierro entre las fuerzas políticas mayoritarias, es decir,
las varias derechas y una socialdemocracia contraria a las políticas
socialdemócratas.
Todo el
entramado jurídico-institucional que legitima el poder omnímodo de eso que se
llama la Troika se ha fundamentado hasta sus más mínimos detalles en un acuerdo
estratégico de fondo, entre los grupos de poder económicos y la clase política
bipartidista, es decir, entre la derecha y la llamada socialdemocracia.
Insisto, todas y cada una de las directivas, resoluciones y tratados que concentraron
el poder de decisión en la Troika y que acordaron un conjunto sistemático de
contra-reformas profundamente contrarias a los intereses mayoritarios de las
poblaciones (en lo que podemos denominar una descomunal desposesión de
patrimonio público, derechos y libertades de las sociedades y las personas),
fueron decididas y ejecutadas por la derecha y los socialistas.
No hay que
irse demasiado lejos en el tiempo. Bastará partir del vigente Tratado de Lisboa
de diciembre del 2007, y sobre todo, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y
Gobernanza (TECG) y el Tratado Constitutivo del Mecanismo Europeo de
Estabilidad (MEDE), ambos del 2012 y que significaron, en la práctica y en la
teoría, la radicalización neoliberal de los anteriores tratados y, lo que es
mucho más grave, la legalización de un Estado de Excepción que deviene en
permanente.
Los datos
básicos de estos tratados no deberían olvidarse, señalan un punto de no retorno
de una socialdemocracia que deja definitivamente de serlo y se convierte en aliado
estratégico de la derecha económica para liquidar derechos sociales, sindicales
y laborales y poner fin al Estado Social. Estos tratados, en síntesis imponen a
cada uno de los estados, y a la soberanía popular, un conjunto de reglas
“permanentes” y “obligatorias”, entre ellas las siguientes:
- Los presupuestos deberán estar equilibrados, o con superávit. Esta regla, se considerará respetada si el déficit estructural no supera el 0,5% del PIB.
- Todos los Estados deben de introducir en su constitución esta regla de oro, y establecer mecanismos de corrección automáticos.
- Cuando los Estados no cumplen los criterios antes anunciados se someten a un Procedimiento de Déficit Excesivo, teniendo que presentar un conjunto de programa de reformas estructurales a la Comisión y al Consejo, que lo aprobaran en su caso y harán seguimiento riguroso de su puesta en marcha.
- Se establecen un conjunto de sanciones casi automáticas para todos los países que incumplan las reglas establecidas.
- En quinto lugar, la comisión europea y el tribunal de justicia de la UE refuerzan considerablemente su papel como garantes de que las reglas neoliberales se cumplen a rajatabla.
Resulta
cuando menos indecente que el PSOE y sus representantes vengan a estas alturas
a hablar de la Europa social o de la lucha contra el “austericidio”, cuando
ellos están por delante y por detrás tanto en el Parlamento Europeo como en el
Parlamento español de los Tratados que consagran o constitucionalizan las
políticas neoliberales. O mejor dicho el llamado ordoliberalismo alemán. El
PSOE en estas cuestiones ha sido un adelantado y no un sufridor paciente. Hay
que recordar, la memoria es clave en época electoral, que la única reforma
sustancial de nuestra inmaculada Constitución del 78 se realizó precisamente para
asegurar la máxima jerarquía jurídica estas reglas neoliberales y que las
propuso un gobierno del PSOE.
El asunto
llega ya al ridículo cuando la propuesta de los socialistas europeos para
presidir la Comisión es nada más y nada menos que Martin Schulz, destacado
dirigente del partido socialdemócrata alemán, principal aliado gubernamental de
la señora Merkel. El ridículo se convierte en tragedia cuando estos
destacados “socialdemócratas” terminan gobernando (después de “durísimas”
campañas electorales contra la derecha y las “suicidas” políticas ordoliberales
), como François Hollande, para finalmente hacer lo que la derecha de Sarkozy
no fue capaz de llevar a cabo. ¿Alguien puede extrañarse de que en un contexto
así definido la extrema derecha y los populismos de derechas crezcan y se
desarrollen?
(*) Manolo
Monereo es politólogo y miembro del Consejo Político Federal de IU.
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