por Thierry
Meyssan
Si los
europeos están ciegos es porque no quieren ver. Se aferran a la
creencia de que la Unión Europea significa paz y prosperidad, a pesar de
los indiscutibles fracasos de ese ente en ambos aspectos. Creen
que existe una oposición interna entre “patriotas” y “populistas”,
cuando en realidad ambos grupos invocan la protección del Pentágono
contra Rusia. Y la estrategia de post-Segunda Guerra Mundial
sigue adelante precisamente en detrimento de los europeos…
sin que estos tengan conciencia de ello.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 25 de mayo de 2019
Después de
su victoria común en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y el
Reino Unido adoptaron la imagen de su aliado soviético que les proponía
el embajador estadounidense en Moscú, George Kenan.
Para Washington y Londres, la URSS era un imperio totalitario que
trataba de conquistar el mundo. Así que, en un giro de 180 grados,
concibieron la política de «contención» (containment) frente a la
Unión Soviética, afirmando que el mundo estaba dividido en
tres partes: el «mundo libre», el mundo ya dominado por
los soviéticos y el mundo por descolonizar, al cual había que
proteger del ogro soviético.
Inicialmente,
aquel análisis pudo parecer correcto en la medida en que Stalin seguía
deportando pueblos enteros. Pero, después de su muerte, ya se hizo
evidente que aquello era falso. El Che Guevara, entonces ministro de
Economía de Cuba, escribió un libro contra el modelo soviético y trató de continuar
la revolución en África, sin pedir permiso a la URSS, pero
contando con su apoyo.
En todo
caso, Estados Unidos y el Reino Unido decidieron proteger Europa occidental del
yugo soviético mediante la creación de los «Estados Unidos
de Europa». Aunque eso recuerda el proyecto de
los europeos de principios del siglo XX, que quisieron unirse
en vez de guerrear entre sí, en realidad se trata de algo
muy diferente, algo que debemos comparar más bien con la Liga Árabe
y con la Organización de Estados Americanos (OEA), instauradas ambas en el
mismo momento.
Fueron pocas
las personalidades de Europa occidental que se opusieron al proyecto para Europa.
Sin embargo, teniendo en cuenta las enseñanzas de la repartición
del mundo que se había pactado en Yalta, los gaullistas y
los comunistas franceses mantuvieron la alianza que habían establecido durante
la Segunda Guerra Mundial y velaron por impedir la creación de una
estructura supranacional, de manera que cada nación siguiese siendo
más o menos soberana, a pesar de hallarse bajo las banderas de
Estados Unidos y del Reino Unido. Fue con ese objetivo que
los gaullistas y los comunistas franceses se opusieron juntos al
Mando Integrado de la OTAN y a la manera como los anglosajones
reformulaban la «construcción europea». Los gaullistas y
los comunistas franceses estimaban que Europa era todo
el continente, «desde Brest hasta Vladivostok».
En efecto, al implementar su particular sistema jurídico,
los ingleses se habían alejado de la cultura europea
mientras que los rusos la extendieron con la conquista
de Siberia.
Todos esos
debates deberían haber terminado con la disolución de la URSS, en 1991.
Pero no fue así. Más bien sucedió lo contrario. Por boca
de su secretario de Estado, James Baker, Estados Unidos anunció que todos
los Estados europeos liberados del yugo soviético se integrarían a
la Unión Europea y a la OTAN… afirmación que todo el mundo aceptó.
Simultáneamente, el propio James Baker hizo redactar el Tratado
de Maastricht, documento que transformaba el Viejo Continente en una
especie de «Estados Unidos de Europa» bajo la tutela de
la OTAN. La moneda única de ese bloque supranacional, el euro,
tenía que imprimirse siguiendo el modelo del dólar, lo cual sucedió tan
rápidamente que no podía ser cierto.
Desconfiando
de Rusia –como siempre–, Washington y Londres impidieron que se le
permitiese convertirse en miembro de la Unión Europea pero la asociaron
en cierta medida al abrirle la puerta del G7, que se convirtió así
en G8, a partir de entonces con poderes de decisión.
Esa etapa de
incertidumbre terminó en 1999, con la caída de Boris Yeltsin y la llegada
al poder de Vladimir Putin en Moscú. Las instituciones
bajo control de Washington adoptaron una actitud más dura, se reactivó
la estrategia de containment –que había fracasado durante la
guerra fría– y el oso ruso sustituyó al oso soviético en la
imaginación de los anglosajones. Hoy, con diversos pretextos o incluso
sin pretexto alguno, Washington ha instaurado contra Moscú todo tipo
de sanciones económicas, políticas y militares y Rusia ha sido expulsada del
G8.
Manfred
Weber (a la izquierda en la foto) será electo democráticamente para presidir
la Comisión Europea como sucesor de Jean-Claude Juncker (a la derecha). Juncker
llegó a la presidencia de la Unión Europea después de haberse visto obligado a
dimitir como primer ministro de Luxemburgo, cuando la justicia de su país
descubrió que había estado implicado en los ejércitos secretos de
la OTAN, como responsable del Gladio.
Para
entender el sentido de las elecciones de renovación del Parlamento Europeo, del
23 al 26 de mayo, que designará al nuevo presidente de la Comisión
Europea, hay que situarse en el contexto histórico y estratégico.
Estados Unidos ha decidido poner la presidencia de la Comisión Europea
en manos del alemán Manfred Weber, quien tendrá como misión sabotear
el aprovisionamiento de la Unión Europea con hidrocarburos rusos.
La primera batalla de Manfred Weber será poner fin a la construcción
del gasoducto Nord Stream 2, a pesar de los miles de millones de
euros ya invertidos en ese proyecto y de los miles de millones que permitirá
ahorrar cuando esté terminado.
Para que el
Parlamento Europeo elija democráticamente a Manfred Weber no es
necesario que ese personaje cuente con el respaldo de la mayoría de los
eurodiputados. Basta con que su grupo parlamentario, el Partido Popular
Europeo (PPE), obtenga la mayor cantidad de votos. Así que Washington ha
preparado una asamblea donde el PPE estará en primer lugar y el grupo
Europa de las Naciones y las Libertades (ENL) quedará en segundo lugar.
Steve Banon,
ex consejero del presidente estadounidense Donald Trump, ha sido
enviado a Europa para servir de consejero al italiano Matteo Salvini y crear
una camada de partidos identitarios –pero no independentistas–,
aunque poniendo especial cuidado en evitar que el ENL llegue a obtener la
mayoría.
- En aras de lograr ese resultado –a pesar de los esfuerzos de Salvini– fue necesario convencer al partido polaco Derecho y Justicia para que se mantuviera en el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), prometiéndole un aumento «significativo» del número de tropas estadounidenses desplegadas en Polonia.
- El 13 de mayo, Donald Trump recibió en la Casa Blanca al primer ministro húngaro Viktor Orban y lo exhortó a mantener su partido en el PPE… a cambio de armamento y de gas natural.
- Además, se “filtró” un video que muestra a Heinz-Christian Strache, jefe del Partido de la Libertad de Austria (FPO) y miembro de la coalición gubernamental austriaca, en pleno acto de corrupción. El video en cuestión es antiguo y su rodaje fue orquestado por una mujer que ha sido presentada como una agente rusa, aunque es mucho más probable que sea agente de la CIA.
A pesar de
todo lo que la prensa repite constantemente, no existe oposición de
fondo entre el Partido Popular Europeo (PPE) y el grupo Europa de las Naciones
y las Libertades (ENL). Ambos grupos se entienden entre sí y
lo hacen bajo la batuta de la OTAN, que impone las decisiones
políticas fundamentales. Sólo existe una repartición de papeles.
La
propaganda oficial sobre las elecciones europeas repite sin descanso que «Europa
es paz y prosperidad», un slogan incompatible con la misión antirrusa de
la Unión Europea.
- Hablemos de paz. La Unión Europea ha sido incapaz de liberar Chipre, isla europea –miembro de la UE desde 2004– ocupada por Turquía desde 1974. El ejército turco ocupa una tercera parte del territorio chipriota, donde ha instaurado una autoridad que colabora con la ocupación turca bajo la denominación de «República Turca del Norte de Chipre». Los chipriotas que viven en la parte de la isla ocupada por Turquía no han podido inscribirse en las listas electorales y no podrán participar en la elección europea [1]. Pero a la Unión Europea no sólo no le interesa el destino de esos chipriotas sino que además desembolsa miles de millones de euros en subvenciones destinadas a Turquía. Claro, Turquía es miembro de la OTAN.
- Hablemos ahora de prosperidad. Sin entrar a argumentar sobre la cuestión del gasoducto Nord Stream 2, la Unión Europea ha aplicado la estrategia antirrusa de Estados Unidos con tanta eficacia que los países miembros de la UE se han estancado mientras que el resto del mundo se desarrolla. Durante la década posterior a la crisis financiera de 2008, el crecimiento de China fue de +139%, el de la India fue de +96% y Estados Unidos creció en un 34%, mientras que el crecimiento de la Unión Europea retrocedió (-2%).
La campaña
electoral europea se desarrolla a la escala de los países miembros
ya que el sentimiento de ser europeo sigue siendo inexistente.
Así que no hay partidos políticos a escala europea sino uniones
creadas entre los partidos políticos de los diferentes países. Tampoco hay una
jornada electoral única sino elecciones organizadas durante 4 días en los
distintos países, según las tradiciones nacionales de cada uno
de ellos.
Si la
abstención en las elecciones europeas siempre ha sido tan alta es porque los
electores intuyen que todo ese asunto no está nada claro. Más de
la mitad de los electores tienen la intención de boicotear la votación
–incluso a pesar de que el voto es obligatorio en algunos países.
Por consiguiente,
aun en caso de que los procedimientos para la votación fuesen
perfectamente democráticos, el resultado no representará la voluntad
del cuerpo electoral en su conjunto. No será un resultado democrático.
Manfred Weber será electo por una minoría de un parlamento, electo
a su vez por una minoría de los electores.
[1] «Cerca de 200 000 chipriotas no podrán
votar en las elecciones europeas», Red Voltaire, 16 de mayo de 2091.
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