29 junio 2019
Después de varios años de observar, analizar y comparar uno descubre
algunos de los entresijos de la anómala sociedad en la que le ha tocado vivir.
Hoy me voy a centrar en la proliferación más que preocupante
de un imitador en versión peligrosa de la cacatúa, ave que junto con sus primos
los loros comparten la exótica facultad de repetir las palabras que conforman
el lenguaje humano, claro está, como imitadores cacofónicos del mismo pero sin
tener conciencia alguna de su significado.
Voy explicando.
No hace demasiadas décadas los profesionales dedicados a
aplicar los conocimientos científicos tenían la capacidad de investigar y
obtener nuevas verdades a partir de las que aprendían en la universidad,
aumentando su bagaje de sabiduría, usando la crítica y el razonamiento lógico-científico
ratificado por la experiencia diaria.
Pues bien. Al parecer esta forma de actuar ya no se lleva o
no está de moda. Me voy a centrar en dos profesiones, por poner ejemplos. Una la ingeniería y otra la medicina por conocerlas mas de cerca, .
En el caso de los ingenieros resulta imposible discutir
entre colegas de temas como la energía libre estudiada en profundidad por el mayor
genio científico de todos los tiempos Nikola Tesla.
Este hombre tuvo la mala idea de querer dotar a la humanidad
de generadores de energía casi infinita, totalmente limpia, gratis y fácil de
obtener. Además desarrolló toda una serie de inventos relacionados con los
campos electromagnéticos que hoy día usamos sin que nadie le reconozca su mérito.
Se le concedió el Premio Nobel de Física el pasado siglo y fue condenado por
los banqueros al olvido más absoluto, quitándole los créditos para sus
investigaciones, robándole sus patentes a su muerte y borrando los vestigios de
su existencia.
Era normal que le pasara lo que le pasó. La palabra “gratis”
no forma parte del diccionario de los banqueros que controlan el mundo.
Con los intereses económicos hemos topado. Era bueno para el
99,99% de la Humanidad pero era malo para los banqueros. Conclusión, había que
enterrarle.
Por tanto estos descubrimientos que hizo el señor Nikola
Tesla no se estudian de ninguna manera en Ingeniería. Simplemente se ocultan
porque no vaya a ser que los nuevos ingenieros se salgan de lo que está permitido
saber. Simplemente podrían salir más Nikolas Teslas y repetirían el problema.
Me podría extender largamente con muchos casos más que
incluso han acabado con la muerte de los inventores. La mayoría en los últimos
veinte años. Pero no son el objetivo de este artículo.
En cuanto a los médicos, les sucede lo mismo. Un médico
descubre una planta que cura la malaria y le queman el laboratorio donde
investigaba. No puedo omitir su nombre, el Dr. Patarroyo, de Colombia. Tuvo la
mala suerte de que la planta era muy fácil de conseguir en la selva amazónica,
muy rápida en sus efectos curativos y muy barata. Las palabras “cura” y “barata”
no están en el diccionario de las multinacionales farmacéuticas. Prefieren las
palabras “crónico” y “caro”.
Los ejemplos son innumerables. Están en muchos ámbitos. Llenaría
un sinfín de páginas.
Ahora viene mi reflexión.
Quienes no tienen base científica para discutir porque no han
tenido la oportunidad de estudiarlo, o lo que es lo mismo, esas personas a las
que se les indica lo que deben saber y lo que nó (por acción u omisión), muchas
veces se enfurecen y muestran actitudes hasta con violencia verbal cuando
alguien les propone uno de esos temas proscritos.
Es aquí cuando se dedican a repetir como cacatúas, sin dar
razones, aquello que les dijeron que tenían que decir sus programadores para
cubrir sus vergüenzas argumentales. Es de esta manera como escuelas y
universidades manipulan u ocultan a sabiendas ciertos conocimientos
inconvenientes, perpetuando la ignorancia a través de generaciones.
Pero hay algo peor que no saber para poder discutir. Es cuando
el profesional descubre que algo no funciona en la práctica que realiza, le
gustaría denunciarlo y no puede o no se atreve ante el temor de perder su
prestigio o su puesto de trabajo.
En estos casos los pocos disidentes que puedan surgir
prefieren perder la dignidad y honestidad personal, antes que su sueldo.
La mayoría ignorante se convierte en cacatúa. No sabe, no
entiende y sólo repite sin cuestionar lo que ha oído.
Los que sabiendo la verdad y la callan, dejando seguir la
bola, se pasan a una categoría inferior que podríamos bautizar como consentidores
de las cacatúas.
EL AUTOR DEL BLOG
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