por Thierry
Meyssan
¿Es posible
que alguien no perciba el parecido entre la campaña mediática
contra Donald Trump y la que se ha desatado en Francia contra
el candidato a la presidencia Francois Fillon? ¿Será que estos
dos hombres, con rasgos personales e ideológicos muy diferentes, amenazan
los mismos intereses?
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 11 de febrero de 2017
Dos campañas
de prensa de muy gran envergadura se desarrollan actualmente en el mundo
occidental contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y,
a menor escala, contra un candidato a la elección presidencial francesa,
Francois Fillon. A Trump se le acusa de ser un supremacista blanco
irresponsable; a Fillon le imputan haber cometido lo que
se describe como una falta moral no castigada por la ley.
Hace sólo un
año, jamás hubiésemos podido imaginar que pudieran realizarse campañas de tal
envergadura contra un ex primer ministro de Francia –en el caso de
Francois Fillon– y menos aún contra el presidente en funciones de los
Estados Unidos de América.
Ambas
campañas utilizan los 10 argumentos tradicionales de la propaganda de
guerra, tal y como los definió en 1928 el político británico Lord
Arthur Ponsonby, en su libro Falsehood in Wartime y posteriormente
precisados por la historiadora belga Anne Morelli en su obra Principes
élémentaires de propagande de guerre:
1- Deploramos este enfrentamiento con un presidente en funciones –en Estados Unidos– y en plena campaña electoral por la presidencia –en Francia.
2-Los señores Trump y Fillon son los únicos responsables de lo que está sucediendo.
3-Los señores Trump y Fillon son personalidades peligrosas.
4-Nosotros defendemos una noble causa, la de los principios de nuestra Constitución –en Estados Unidos– y la de la igualdad –en Francia– mientras que los señores Trump y Fillon sólo se preocupan por su fortuna personal.
5-Los señores Trump y Fillon están portándose muy mal. Trump arremete contra los musulmanes; Fillon es un ladrón. Es cierto que nosotros también hemos cometido errores pero no de tanta gravedad.
6-Los señores Trump y Fillon recurren a métodos no ortodoxos.
7-Los señores Trump y Fillon están derrotados. Trump acaba de ser desautorizado por los tribunales federales; Fillon está deslegitimado por los sondeos.
8-Los artistas e intelectuales comparten nuestra indignación.
9-Nuestra causa es sagrada.
10-Quienes cuestionan a nuestros medios de difusión no son verdaderos «americanos», ni verdaderos franceses.
En ambos
casos, esta campaña incluye una serie de acciones legales condenadas al
fracaso. La primera apunta a invalidar un decreto presidencial sobre la
inmigración, a pesar de tratarse de una medida perfectamente legal y
constitucional. La segunda trata de justificar la apertura de
investigaciones policiales a pesar de que la persona en cuestión
no es sospechosa de haber cometido ninguna violación de la ley. Contra
toda lógica, ambas acciones legales están avanzando.
¿Quién está en condiciones de utilizar al mismo tiempo
los medios de difusión y la justicia?
Dado el
carácter internacional de esas campañas, es evidente que los comanditarios no
están reaccionando ante una simple cuestión nacional y que no son
simplemente estadounidenses o franceses.
En años
anteriores, campañas de este tipo se desarrollaron por instigación de
la OTAN. Las más recientes apuntaban contra la República Árabe Siria.
Sin embargo, nada permite esta vez acusar a la OTAN de actuar
contra la Casa Blanca ni de perturbar la elección presidencial en Francia.
Además de la
hipótesis de la OTAN como comanditario, es posible imaginar también la
existencia de una coalición de intereses financieros transnacionales capaz de
influir sobre los magnates de la prensa hasta que el efecto de bola de
nieve arrastra a los demás medios.
Horrorizado,
el “New York Times” da la voz de alarma: ¡Donald Trump quiere
prohibir la Hermandad Musulmana!
¿Qué intereses pueden sentirse tan amenazados
como para organizar este tipo de campañas?
El único
punto en común entre Donald Trump y Francois Fillon es que los dos quieren
poner fin al imperialismo recurriendo, donde sea posible, a
la cooperación en lugar de la confrontación. Aunque otros
responsables políticos del mundo ya defienden ese objetivo, Donald Trump y
Francois Fillon son los únicos que van hasta el final de esa lógica.
Los dos estiman que no será posible restaurar la paz y
la prosperidad sin acabar primero con la instrumentalización del
terrorismo islámico, sin liberar el mundo musulmán del control que
ejercen los yihadistas y sin atacar incluso la matriz del terrorismo:
la Hermandad Musulmana.
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