Viernes 01
de Mayo de 2015 00:00
Por Thierry Meyssan
Los responsables
de la Unión Europea están totalmente equivocados en cuanto a los atentados
islamistas perpetrados en Europa y las oleadas de inmigrantes que llegan a
ese continente huyendo de las guerras. Thierry Meyssan muestra que
esos hechos no son secuelas fortuitas de los conflictos que agitan el
Medio Oriente ampliado sino un objetivo estratégico de
Estados Unidos.
Los dirigentes
de la Unión Europea están confrontando cada vez más frecuentemente situaciones
inesperadas. Por un lado, atentados o intentos de atentados perpetrados o
preparados por individuos que no pertenecen a grupos políticos claramente
identificados. Por otro lado, una gran afluencia de inmigrantes a través
del Mediterráneo y el hecho que miles de ellos mueren a las puertas de los
países europeos.
Por falta de
análisis estratégico, ambos factores están siendo considerados a priori
como hechos no relacionados entre sí y se ocupan de ellos
administraciones diferentes. La policía y los servicios de
inteligencia se ocupan de los atentados mientras que las aduanas y órganos
vinculados al sector de la defensa lidian con el problema de los inmigrantes.
Pero la fuente de ambos problemas es la misma: la inestabilidad
política en el Levante y en África.
La Unión Europea se ha privado de los medios necesarios para comprender
Si las
academias militares de la Unión Europea hiciesen correctamente su trabajo,
habrían estudiado durante los últimos 15 años la doctrina del «hermano
mayor» estadounidense. Y tendrían que haber notado que, desde hace
muchos años, el Pentágono ha publicado todo tipo de documentos sobre
la «teoría del caos» del filósofo Leo Strauss. Hace sólo unos
meses, Andrew Marshall, un funcionario que debería estar jubilado desde
hace más de 25 años, aún disponía de un presupuesto de 10 millones de
dólares al año para investigar sobre ese tema [1]. Pero ninguna
academia militar de la Unión Europea ha estudiado seriamente esa doctrina
ni sus consecuencias. No lo han hecho por dos razones: porque es una forma
de guerra bárbara… y porque fue concebida por un gurú de las élites judías
estadounidenses. Además, cualquier europeo “sabe” que «Estados-Unidos-que-nos-salvó-del-nazismo»
no puede favorecer tales atrocidades [2].
Si los
políticos de la Unión Europea hubiesen viajado un poco, no sólo
a Irak, Libia, Siria, al Cuerno africano, a Nigeria y Mali, sino también a
Ucrania, habrían visto con sus propios ojos la aplicación de esa doctrina
estratégica. Pero se limitaron a ir a hablar en algún
edificio de la “zona verde” de Bagdad, desde un estrado en Trípoli o
en la plaza Maidan de Kiev. Ignoran lo que viven las poblaciones y,
a pedido del «hermano mayor», a menudo cerraron
sus embajadas, privándose así de ojos y oídos en el terreno.
Peor aún, también a pedido del «hermano mayor»,
se unieron a la aplicación de embargos, para que los hombres de
negocios tampoco puedan ir a ver lo que sucede en esos lugares.
El caos no es fortuito, es el objetivo
Al contrario de
lo que afirma el presidente Francois Hollande, el éxodo de libios
no es consecuencia de una «falta de seguimiento» de la operación «Protector
Unificado» –que condujo al derrocamiento y asesinato de Kadhafi– sino
el resultado que se buscaba con aquella operación, en la que Francia
hizo el papel de líder. El caos no se instaló en Libia porque
los «revolucionarios libios» no hayan sabido ponerse de acuerdo
entre sí después de la «caída» de Muammar el-Kadhafi sino que ese
era el objetivo estratégico de Estados Unidos. Y lo alcanzaron.
Nunca hubo una «revolución democrática» en Libia sino un
movimiento secesionista en la región de Cirenaica. Nunca hubo aplicación
del mandato de la ONU para «proteger a la población» sino una masacre
perpetrada por la OTAN que costó las vidas de 160 000 libios, de los
cuales el 75% eran civiles, según las cifras de la Cruz Roja Internacional.
Recuerdo que,
antes de integrar el gobierno de la Yamahiriya Árabe Libia, se me solicitó
servir como testigo en un encuentro organizado en Trípoli entre
una delegación estadounidense y varios representantes libios. Durante
aquella larga conversación, el jefe de la delegación estadounidense
explicó a sus interlocutores que el Pentágono estaba dispuesto a salvarlos
de una muerte segura, pero exigía que le entregaran al Guía. Y agregó
que cuando mataran a Kadhafi, la sociedad tribal libia no lograría
validar la autoridad de un nuevo líder antes de –como mínimo– una generación,
situación que sumiría Libia en un caos nunca visto anteriormente en ese
país. Desde entonces, he contado repetidamente aquel encuentro y predije
muchas veces lo que hoy está ocurriendo.
Leo Strauss (1899-1973) fue un especialista de la filosofía política.
Se rodeó de un pequeño grupo de alumnos que, en su mayoría, trabajaron después
para el Departamento de Defensa estadounidense. De hecho, formaron una
secta e inspiraron la estrategia del Pentágono.
La «teoría del caos»
Cuando la
prensa estadounidense comenzó a mencionar –en 2003– la «teoría del caos»,
la Casa Blanca salió hablando de un «caos constructor», haciendo
entender con ello que se procedería a la destrucción de las
estructuras opresoras para que la vida pudiese brotar sin obstáculos. Pero
ni Leo Strauss, ni el Pentágono habían utilizado nunca aquella
expresión. Al contrario, según ellos, el caos tenía que ser de tal
magnitud que nada pudiese estructurarse fuera de la voluntad del Creador del
Nuevo Orden, Estados Unidos [3].
El principio de
esa doctrina estratégica puede resumirse de la siguiente manera:
la manera más fácil de saquear los recursos naturales de un país por largo
tiempo no es ocupar ese país sino destruir el Estado.
Sin Estado, no hay ejército. Sin ejército enemigo, no hay
riesgo de ser derrotado. Así que el objetivo estratégico del ejército de
Estados Unidos y de la alianza que dirige –la OTAN– es única y
exclusivamente la destrucción de los Estados. Y lo que suceda con las
poblaciones de los países que son blanco de esa estrategia…
no preocupa a Washington.
Ese proyecto
resulta inconcebible para los europeos que, desde los tiempos de la guerra
civil inglesa, están convencidos –desde la publicación de Leviatán, el
libro de Thomas Hobbes– de que es preferible renunciar a ciertas
libertades, y quizás aceptar incluso un Estado tiránico, a verse
sumido en el caos.
La Unión Europea niega su complicidad con los crímenes de
Estados Unidos
Las guerras de
Afganistán e Irak ya han costado la vida a 4 millones de
personas [4]. Esas guerras fueron presentadas al Consejo de Seguridad
de la ONU como necesarias respuestas «en legítima defensa». Pero
hoy todo el mundo admite que en realidad habían sido planificadas desde
mucho antes de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y en un
contexto mucho más amplio de «rediseño del Medio Oriente ampliado»
y que las razones utilizadas para justificar dichas guerras sólo fueron
inventos de la propaganda.
Usualmente se
reconocen los genocidios cometidos por el colonialismo europeo, pero
pocos reconocen actualmente esos 4 millones de muertos, a pesar
de los estudios científicos que demuestran la realidad de ese crimen.
Lo que pasa es que nuestros padres eran «malos», pero nosotros
somos «buenos» y no podemos ser cómplices de esos horrores.
También es
usual burlarse de aquel pobre pueblo alemán que confió hasta el último instante
en sus dirigentes nazis y no tomó conciencia de los crímenes cometidos en
su nombre hasta después de la derrota.
Pero los
pueblos de la Unión Europea estamos actuando exactamente igual. Seguimos
confiando en nuestro «hermano mayor» y nos negamos a ver los
crímenes en los que está implicándonos. Es probable que nuestros hijos
se burlen de nosotros…
Los errores de interpretación de la Unión Europea
Ningún
dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a
mencionar públicamente que los refugiados provenientes de Irak, Libia,
Siria y del Cuerno de África, Nigeria y Mali pueden no estar huyendo de
las dictaduras sino del caos en el que nosotros, voluntaria pero
inconscientemente, hemos sumido sus países.
Ningún dirigente
de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar
públicamente que los atentados «islamistas» que están teniendo
lugar en Europa pueden no ser la extensión de las guerras del «Medio
Oriente ampliado» sino que son obra de los mismos que ya
orquestaron el caos en esa región. Como europeos preferimos seguir
creyendo que los «islamistas» odian a los judíos y los cristianos, y
nos negamos a ver que la inmensa mayoría de las víctimas de esos
islamistas no son ni judíos ni cristianos sino… musulmanes. Y
tranquilamente les acusamos de promover la «guerra de civilizaciones»,
cuando ese concepto fue creado en el Consejo de Seguridad Nacional de
Estados Unidos y sigue sin tener nada que ver con la cultura de los
islamistas [5].
Ningún dirigente
de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar
públicamente que la próxima etapa será la «islamización» de las
redes de distribución de drogas –como en el caso de los Contras
en Nicaragua, con la venta de droga entre la comunidad negra de
California, con ayuda y bajo las órdenes de la CIA [6].
Hemos decidido ignorar que la familia Karzai retiró
la distribución de cocaína de las manos de la mafia kosovar
para ponerla bajo el control del Emirato Islámico [7].
A Estados Unidos nunca le interesó que Ucrania se integre a
la Unión Europea
Si las
academias militares de la Unión Europea no han estudiado la «teoría del
caos» es porque les han prohibido hacerlo. Los pocos profesores y
estudiosos que se arriesgaron a tratar de analizarla fueron duramente
sancionados mientras que la prensa califica de «complotistas» o «conspiracionistas»
a los autores civiles que se interesan en esa teoría.
Los políticos
de la Unión Europea creían que los acontecimientos de la plaza Maidan eran
espontáneos y que los manifestantes querían salir de la órbita autoritaria de
Rusia para entrar en el paraíso de la Unión. Les invadió
la estupefacción cuando se reveló el contenido de la conversación
telefónica donde la subsecretaria de Estado Victoria Nuland,
al mencionar el control que ejercía secretamente sobre los
acontecimientos, hablaba de «darle por el culo a la Unión Europea»
(sic) [8].
A partir de aquel momento ya no entendieron
lo que estaba sucediendo.
Si hubiesen
dejado trabajar a los investigadores, los dirigentes de los países miembros de
la Unión Europea habrían comprendido que al intervenir en Ucrania y
al organizar allí el «cambio de régimen», Estados Unidos
estaba garantizando que la Unión Europea se mantuviera a su servicio.
Lo que más angustia a Washington, desde el discurso de Vladimir Putin
en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007 [9], es que
Alemania acabe dándose cuenta de dónde se halla su propio interés…
que no es del lado de Washington sino junto a Moscú.
Al destruir
progresivamente el Estado ucraniano, Estados Unidos corta la principal vía
de comunicación entre la Unión Europea y Rusia. Por mucho que
retorzamos en todos los sentidos la sucesión de acontecimientos, es
ese el único sentido de lo ocurrido en Ucrania. Washington
no quiere que Ucrania se una a la Unión Europea, como
lo demuestran las palabras de la señora Nuland.
Su único
objetivo es convertir ese territorio en un campo minado para todo
el que trate de atravesarlo.
El 8 de mayo de 2007 –aniversario de la caída del régimen nazi alemán–
grupúsculos nazis e islamistas crean en Ternopol (Ucrania oriental) un
supuesto Frente Antiimperialista para luchar contra Rusia. Organizaciones
de Lituania, Polonia, Ucrania y también de Rusia participan en ese Frente,
así como los separatistas islamistas de Crimea y los de Adigueya [también
llamada Adiguesia], Daguestán, Inguchetia, Kabardia-Balkaria,
Karachayevo-Cherkesia, Osetia y Chechenia. Al no poder asistir
al encuentro, debido a las sanciones internacionales, el jefe
terrorista Doku Umarov envía una intervención que será leída a los asistentes.
El presidente de ese “Frente Antiimperialista” es Dimitro Yarosh, quien
hoy ocupa un puesto de consejero en el ministerio de Defensa de Kiev.
La planificación militar de Estados Unidos
Así que estamos
ante 2 problemas que se desarrollan con gran rapidez: los atentados «islamistas»
sólo están comenzando. En el Mediterráneo, las corrientes migratorias se
han triplicado en un solo año.
Si mi análisis
es correcto, durante la próxima década veremos como a los atentados «islamistas»
vinculados al Medio Oriente y África se agregan atentados «nazis»
vinculados a Ucrania.
Se descubrirá entonces que al-Qaeda y los nazis
ucranianos tienen vínculos entre sí desde que celebraron –en 2007– su
congreso común en Ternopol, Ucrania. En realidad, los abuelos de todos estos
individuos se conocían desde la Segunda Guerra Mundial. En aquella
época los nazis se dieron a la tarea de reclutar musulmanes
soviéticos para luchar contra Moscú, en el marco del programa de Gerhard von
Mende en el Ostministerium [el ministerio del Este creado por el Reich].
Al finalizar la guerra, tanto los nazis como sus reclutas musulmanes
acabaron bajo la protección de la CIA, conforme al programa de
Frank Wisner con AmComLib, para realizar operaciones de sabotaje en los
territorios de la URSS.
Las oleadas de inmigrantes
que tratan de atravesar el Mediterráneo, que hasta ahora sólo constituyen un
problema humanitario (200 000 personas en 2014), seguirán creciendo
hasta convertirse en un grave problema económico. La reciente decisión de
la Unión Europea de ir a hundir los barcos de los traficantes de personas
en Libia no lograrán detener la oleada de migrantes y sólo servirán
para justificar nuevas operaciones militares para mantener el caos en Libia,
pero sin resolverlo.
Todo ello
provocará importantes desórdenes en la Unión Europea, que hoy da
la impresión de ser un pacífico refugio. Washington no tiene intenciones
de destruir ese mercado, que sigue siendo indispensable para
Estados Unidos, sino de limitar su desarrollo y garantizar que
nunca logre convertirse en un competidor.
En 1991, el
presidente Bush padre encargó a un discípulo de Leo Strauss, Paul
Wolfowitz –en aquel entonces un desconocido para el gran público–,
la elaboración de una estrategia para la era postsoviética. La «Doctrina
Wolfowitz» explicaba que la supremacía de Estados Unidos exige
imponer riendas a la Unión Europea [10]. En 2008, durante la crisis
financiera en Estados Unidos, la historiadora Christina Rohmer,
presidenta del Consejo Económico de la Casa Blanca, explicó que la única manera
de sacar a flote los bancos estadounidenses era cerrar los paraísos
fiscales en los demás países y provocar después desórdenes en Europa para
que los capitales fluyesen hacia Estados Unidos. Actualmente lo que
Washington pretende hacer es fusionar el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, también conocido como NAFTA, por sus siglas en inglés) con
la Unión Europea y el dólar con el euro, lo cual pondría a
los miembros de la Unión Europea en una situación similar a la de México [11].
Por desgracia
para ellos, ni los pueblos de la Unión Europea ni sus dirigentes tienen
conciencia de lo que el presidente Barack Obama está preparando para
ellos.
NOTAS
[1] «Al cabo de
42 años, el estratega Andy Marshall deja el Pentágono», Red Voltaire,
7 de enero de 2015.
[2] “Selective Intelligence”, Seymour Hersch, The
New Yorker, 12 de mayo de 2003.
[3] “Stumbling World Order and Its Impacts”, por
Imad Fawzi Shueibi, Voltaire Network, 5 de abril de 2015.
[4] «4 millones
de muertos en Afganistán, Pakistán e Irak desde 1990», por Nafeez Mosaddeq
Ahmed, Middle East Eye (Reino Unido), Red Voltaire,
13 de abril de 2015.
[5] «La “guerra
de civilizaciones”», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de
diciembre de 2004.
[6] Dark Alliance, The CIA, the Contras and
the crack cocaine explosion, Gary Webb, foreword by Maxime Waters, Seven
Stories Press, 1999.
[7] «El clan
Karzai pone el tráfico de heroína en manos del Emirato Islámico», Red Voltaire,
29 de noviembre de 2014.
[8]
«Conversación entre la secretaria de Estado adjunta y el embajador de
Estados Unidos en Ucrania», por Andrey Fomin, Oriental Review
(Rusia), Red Voltaire, 8 de febrero de 2014.
[9] «Querer
regentar el mundo de manera unipolar es ilegítimo e inmoral», por Vladimir
Putin, Red Voltaire, 11 de febrero de 2007.
[10] La «Doctrina
Wolfowitz» sigue siendo hoy en día un documento clasificado. Pero
su contenido fue revelado por Patrick E. Tyler en «US Strategy Plan
Calls For Insuring No Rivals Develop», New York Times, 8 de marzo
de 1992. Ese diario también publica largos fragmentos de la «Doctrina
Wolfowitz» en la página 14: «Excerpts from Pentagon’s Plan: “Prevent the
Re-Emergence of a New Rival”». Más informaciones sobre esa doctrina
aparecen igualmente en «Keeping the US First, Pentagon Would preclude a
Rival Superpower» por Barton Gellman, The Washington Post, 11 de marzo
de 1992.
[11] «Ataque
contra el euro y desmantelamiento de la Unión Europea», por Jean-Claude Paye, Red Voltaire,
20 de julio de 2010.
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