por Thierry
Meyssan
Estados
Unidos tiene para la Cuenca del Caribe un proyecto que el Pentágono expuso
en 2001. Ese plan es tan destructivo y sanguinario que Washington
no puede reconocer su existencia, así que tiene que inventar una
narrativa aceptable. Eso es lo que estamos viendo en Venezuela.
Pero, ¡cuidado!, las apariencias esconden cada vez más la realidad,
durante las manifestaciones prosigue la preparación de la guerra.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 25 de enero de 2019
Considerando
el apoyo de Estados Unidos más importante que el voto de
sus compatriotas, Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino
de Venezuela.
Creación del conflicto
Durante los
últimos meses, Estados Unidos ha logrado convencer a una cuarta parte de
los países miembros de la ONU –entre ellos 19 países de las
Américas– para que no reconozcan el resultado de la elección presidencial
realizada en Venezuela en mayo de 2018. Por consiguiente, esos países
tampoco reconocen la legitimidad del segundo mandato del presidente
Maduro.
En una
entrevista concedida al Sunday Telegraph y publicada el 21 de diciembre
de 2018, el ministro británico de Defensa, Gavin Wiliamson, declaraba que
Londres está negociando la instalación de una base militar permanente
en Guyana para retomar la política imperial británica anterior a la
crisis de Suez. Aquel mismo día, un diputado guyanés hacía caer
sorpresivamente el gobierno de su país y, de inmediato, se refugiaba
en Canadá.
Al día
siguiente, la transnacional petrolera estadounidense ExxonMobil afirma que un
barco que había alquilado para realizar trabajos de prospección dentro de la
zona en litigio entre Guyana y Venezuela había sido expulsado de aquellas
aguas por la marina de guerra venezolana. La expedición contaba con una
autorización concedida por el gobierno guyanés saliente, que administra de facto
la zona en litigio. Inmediatamente, el Departamento de Estado, y después
el Grupo de Lima, denuncian el incidente como un peligro que Venezuela hace
correr a la seguridad regional.
Pero el 9 de
enero, el presidente Maduro revela grabaciones de audio y video que demuestran
que ExxonMobil y el Departamento de Estado mintieron deliberadamente para
crear una situación de conflicto y empujar los países latinoamericanos a
entrar en guerra entre sí. Los países miembros del Grupo
de Lima reconocen entonces la manipulación, con excepción de Paraguay y
Canadá.
El 5 de
enero, la Asamblea Nacional de Venezuela elige su nuevo presidente, Juan
Guaidó, y se niega a reconocer la legalidad del segundo mandato del
presidente de la República, Nicolás Maduro. Según la Asamblea Nacional, la
situación es similar al caso previsto en el artículo 233 de la Constitución.
Según
ese artículo, cuando un presidente de la República se ve impedido de
ejercer sus funciones –por enfermedad–, el presidente de la Asamblea
Nacional lo reemplaza automáticamente. Como puede verse, esto
no tiene nada que ver con la situación actual.
El 23 de
enero, los opositores a la Revolución Bolivariana y sus partidarios realizan
simultáneamente una serie de marchas en Caracas. Juan Guaidó
se autoproclama entonces presidente interino del ejecutivo.
Estados Unidos, Canadá, Reino Unido e Israel lo reconocen de
inmediato como nuevo presidente de Venezuela. España que ya participó antes en
varias intentonas golpista contra Hugo Chávez, empuja la Unión Europea a
sumarse a la nueva maniobra.
La lógica de
los acontecimientos conduce Venezuela a romper las relaciones diplomáticas con
Estados Unidos y a cerrar su embajada en Washington. Afirmando que el
presidente Nicolás no tiene derecho a romper relaciones con
Estados Unidos, Washington mantiene su embajada en Caracas y sigue aportando leña al fuego.
El 24 de enero, el ministro de Defensa, general
Vladimir Padrino, comparece ante la televisión con su alto mando y
confirma el compromiso de la Fuerza Armada Bolivariana al servicio de
la Nación y del presidente electo constitucionalmente, Nicolás Maduro.
El ejército es la única institución verdaderamente eficaz del país.
La aplicación de un esquema ya utilizado
Contrariamente
a lo que creen los venezolanos, el objetivo de Estados Unidos
no es derrocar al presidente Maduro sino aplicar en la Cuenca del Caribe
la doctrina Rumsfeld-Cebrowski de destrucción de las estructuras
estatales en los países de la región. Eso exige, ciertamente, la
eliminación de Nicolás Maduro, pero también la de Juan Guaidó.
Este esquema
ya fue utilizado antes para convertir los incidentes internos que tenían lugar
en Siria en 2011 en una agresión externa perpetrada por todo un
ejército de mercenarios, en 2014. En el caso de Venezuela, la Organización
de Estados Americanos (OEA) –cuyo secretario general ya reconoció a Juan
Guaidó como presidente– asume el papel que hizo la Liga Árabe en el
caso de Siria. El papel de los Amigos de Siria
lo asume el Grupo de Lima, que se encarga de coordinar
las posiciones diplomáticas de los aliados de Washington. Y Juan Guaidó
hace el papel del jefe de la oposición siria Burhan Ghalioun.
En el caso
de Siria, Burham Galioun, quien desde hace mucho tiempo colaboraba con la NED
estadounidense, fue reemplazado por otro personajillo, que a su vez
fue reemplazado por otro, luego por otro y por otro más, tantas
veces que ya nadie recuerda su nombre. Juan Guaidó será rápidamente
desechado de la misma manera.
Pero el
esquema sirio funcionó sólo en parte, en primer lugar porque Rusia
y China se opusieron reiteradamente en el Consejo de Seguridad
de la ONU. En segundo lugar, porque el pueblo sirio apoyó a la
República Árabe Siria y dio pruebas de excepcional resistencia. Y, finalmente,
porque Rusia logró respaldar y equipar al Ejército Árabe Sirio ante los
mercenarios extranjeros y la OTAN. Sabiendo que el Pentágono ya
no podrá seguir utilizando a los yihadistas para debilitar el
Estado sirio, Washington va a poner ahora el caso sirio
en manos del Departamento del Tesoro, que hará todo lo posible por
impedir la reconstrucción del país y del Estado.
En los
próximos meses, el autoproclamado presidente interino Guaidó tratará de crear
una administración paralel:
1- Para
apoderarse del dinero del petróleo en varios litigios.
2- Para “resolver” el diferendo territorial con Guyana.
3- Para negociar la cuestión de los refugiados.
4- Para cooperar con Washington y hacer encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes venezolanos con diversos pretextos.
2- Para “resolver” el diferendo territorial con Guyana.
3- Para negociar la cuestión de los refugiados.
4- Para cooperar con Washington y hacer encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes venezolanos con diversos pretextos.
Si tenemos
en cuenta la experiencia adquirida durante los 8 últimos años en el Gran
Medio Oriente, no debemos comparar lo que sucede en Venezuela
con lo sucedido en Chile en 1973. El mundo postsoviético
ya no es el de la guerra fría.
En aquella
época, Estados Unidos trataba de controlar todas las Américas y cerrar
el paso a toda forma de influencia soviética. Quería explotar las
riquezas naturales de aquella parte del mundo con el menor control posible de
los gobiernos nacionales y con el menor costo posible.
Pero hoy,
por el contrario, Estados Unidos se obstina en ver el mundo como
unipolar. Ya no tiene amigos ni enemigos. Según la visión
estadounidense una población está integrada a la economía globalizada
o vive en territorios que contienen recursos naturales, recursos que
Estados Unidos no explotará necesariamente pero que siempre quiere
controlar. Y como esos recursos no pueden estar simultáneamente bajo el
control de los Estados-naciones donde se encuentran y del Pentágono,
Washington aspira a impedir el funcionamiento de las estructuras estatales de
esos países.
Este mapa
proviene de un Powerpoint que Thomas P. M. Bennet, asistente del almirante
estadounidense Arthur Cebrowski, presentó en una conferencia realizada en
el Pentágono, en 2003. La parte rosada abarca todos los países
cuyas estructuras estatales deben ser destruidas. Este proyecto
no tiene nada que ver con la guerra fría ni con la
explotación de los recursos naturales. Después de haber destruido el “Gran
Medio Oriente”, los estrategas estadounidenses se preparan para
destruir la “Cuenca del Caribe”.
Cegar a los actores
Es posible
que Juan Guaidó crea realmente que puede resolver la crisis y servir a
su país autoproclamándose presidente interino. En realidad es
lo contrario. Su autoproclamación creará una situación que será asimilada
a una guerra civil. Guaidó, o sus sucesores, pedirán ayuda a Brasil, Guyana
y Colombia, que desplegarán fuerzas “de paz” con apoyo de Israel,
Reino Unido y Estados Unidos. La violencia continuará hasta que
ciudades enteras estén en ruinas.
No importa
que el gobierno de Venezuela sea bolivariano o liberal, que
sus relaciones con Estados Unidos sean buenas o no.
El objetivo no es lograr un “cambio de régimen” sino debilitar
el Estado lo más posible. Ese proceso comienza en Venezuela
pero se extenderá de inmediato a otros países de la región,
como Nicaragua, hasta que no quede verdadero poder político en el
conjunto de esa región.
Esta
situación es muy clara para numerosos árabes, cuyos países ya cayeron en esa
trampa. Pero, por el momento, los latinoamericanos
no parecen verla con claridad.
Por
supuesto, también es posible que los venezolanos tomen conciencia de la
manipulación, dejen de lado sus divisiones y salven el país.
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