Publicado:
10 nov 2018
Entrevista con José Luis Padilla Corral, médico psiquiatra y experto en Medicina Tradicional China
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José Luis
Padilla es licenciado en Medicina y Cirugía, y especialista en Psiquiatría
del adulto y del niño, y también en Geriatría. Además es titulado en Medicina
Tradicional China por el Instituto Nacional de Acupuntura de Taipei, en Taiwán.
En España fundó la Sociedad Española de Médicos Acupuntores.
Es también
fundador y coordinador de las Escuelas Neijing en más de 15 países de todo el
mundo, en las que se investiga la salud y desarrollo personal a
través de las antiguas tradiciones incluyendo los basamentos de la medicina
moderna. Actualmente dirige el Centro de Estudios y Desarrollo de la
Medicina Tradicional TIAN, en Pozoamargo, Cuenca (España).
Sus
perspectivas sobre la práctica de la medicina, la salud y la enfermedad
han evolucionado a medida que su trayectoria profesional se ha extendido hacia
enfoques más cercanos a la sabiduría oriental, lo cual le otorga hoy una
atalaya privilegiada desde la que observar el efecto que el estilo de vida
ccidental produce en la salud integral del ser humano contemporáneo.
RT:¿Cree
usted que el estilo de vida que las personas acaban desarrollando en el marco
de sistema económico capitalista es malo para la salud?
J.L.P.: Sí, es totalmente patógeno. En
este sistema se ha creado un nuevo hombre: el 'homo economicus', un hombre
que está guiado por patrones económicos. Y claro, eso no responde a un
patrón natural. Eso perturba el normal fisiologismo de la persona. Estar
pendiente de los ingresos, de los gastos, del préstamo, de los impuestos, de lo
que gana mi mujer, de lo que gano yo… genera un estado
de ansiedad permanente.
Imagen ilustrativa / Jochen Tack / www.globallookpress.com
De hecho, el
nivel de natalidad ha bajado tanto que se está reduciendo la población… empieza
a haber más muertes que nacimientos en España. ¿Esto a qué se debe? Pues a que
hemos planteado la vida como una economía. Todo se ha economizado, y en
ese contexto económico, que muchas veces es precario en cuanto a condiciones,
ingresos, etcétera, las personas se plantean muy seriamente si tener un hijo o
no, porque desde ese punto de vista se convierte en una carga, con los gastos
que acarrea, la alimentación, la guardería…
RT: Es como
si esta forma de vida, de alguna manera, nos esterilizara…
J.L.P.: Es que, de hecho, la cantidad
de espermatozoides en el hombre se
ha reducido a la mitad
con respecto a hace sólo 40 años. Como es una cantidad enorme la que se produce
en la eyaculación, de momento sigue siendo fértil, pero la tendencia ya se refleja
en los Índices de natalidad de muchos países. Y no se trata sólo de la
reducción de la fertilidad orgánica, sino del estilo de vida.
El ser
humano vive hoy en día como un animal en cautiverio: entre la hipoteca, el
coche, las vacaciones y todas las necesidades que se nos han ido creando, casi
no se puede mantener a los hijos, y eso es grave. Y además…¿quién se va a hacer
cargo de los hijos, si los dos padres tienen que trabajar? Hay que recurrir a
los abuelos, o pagar una guardería… Por supuesto todo eso nos convierte cada
vez más en una sociedad estéril.
Y no sólo a
nivel reproductivo. También nos esteriliza en otras áreas de la vida, lo cual
colabora mucho con la enfermedad: este sistema nos quita creatividad, la
capacidad de crear y de percibir belleza, de disfrutar el arte… porque claro, estamos
demasiado preocupados por ganar dinero. El capitalismo materialista es
absolutamente cruel en ese sentido. Todo el mundo aspira a mejorar su nivel de
vida, entendiendo que el nivel de vida está en relación con la capacidad
económica. Y eso es una trampa, porque es falso: mi nivel de vida no depende de
lo que yo gane; depende de cómo yo perciba la realidad. O de cómo yo me
relacione con las personas. Mi calidad de vida depende de cómo yo contemple el
mundo. Si lo contemplo con generosidad, con sociabilidad, con compromiso, con
ayuda, aparece un mundo maravilloso. En cambio, si lo contemplo para dominarlo,
para conquistarlo, para ganarlo y para ser un triunfador… el mundo se me
convierte en una guerra.
RT: Precisamente
usted suele defender que el ser humano no está hecho para el dolor. Dice que
somos un ser afectivo, 'almado', animado, amoroso… pero que podemos caer en el
"defecto" del poder, y eso nos produce dolor…
J.L.P.: Sí, porque yo creo que una de las
causas de sufrimiento, dolor y enfermedad se produce cuando el ser humano,
evolutivamente, se da cuenta de que 'él puede' con el tigre y se dedica a la
caza; de que 'él puede' dominar las plantas y se dedica al cultivo… y entonces
se hace sedentario y a partir de ahí delimita y rotula la tierra: 'es mi tierra'.
Entonces empieza la posesión, y la posesión genera la violencia… y desde
entonces estamos en la guerra.
RT: Si el
poder y la posesión producen violencia, sufrimiento y enfermedad, es fácil
deducir que un sistema político basado en relaciones de poder y un sistema
económico basado en la propiedad privada y en la posesión, generen mucho
sufrimiento y enfermedad, ¿no?
J.L.P.: Es inevitable. Por eso yo insisto
siempre en que vivimos en estado de guerra. Después existen lo que llamamos
propiamente guerras, con armas y bombas, la guerra de Siria, etcétera. Pero
la vida cotidiana es un estado de guerra. Basta conducir por una autopista
o por cualquier ciudad para darse cuenta.
José Luis Padilla, especialista en Psiquiatría del adulto y del niño, entre
otros. / David Romero
Fíjese,
incluso la medicina se plantea como una guerra. A las infecciones se les
declara la guerra y se les ataca con antibióticos. Y está la multinacional
correspondiente que hace antibióticos, claro. Al cáncer se le declara la guerra
y se le ataca con quimioterapia… es decir, todo el modelo está basado en una
lógica de guerra. Y eso afecta a nuestra percepción del mundo y la condiciona.
RT: ¿Cree
que en la mentalidad occidental contemporánea hay una buena noción de lo que es
salud y lo que es enfermedad?
J.L.P.: No, no lo creo. Creo que se parte
de la base de que todos somos potencialmente enfermos. Desde mi punto de vista,
en cambio, todos los seres humanos son sanos. Incluso cuando están enfermos,
considero que están 'en un estado adaptativo de salud'. En consecuencia, bajo
esta óptica, no existe la enfermedad.
La
enfermedad es un proceso que ha creado el propio poder, a través de
frustraciones, prohibiciones y manipulaciones a lo largo de la historia. Los
esclavos son un buen ejemplo. Morían antes que sus señores porque recibían
palizas, jornadas abusivas de trabajo, mala alimentación y pésimas condiciones
de vida. En cambio sus señores vivían más, porque su vida era mejor, se
alimentaban mejor… Todas esas relaciones de poder se han adaptado a los tiempos
y siguen infiltradas en nuestra vida cotidiana y se han normalizado. Y las
enfermedades derivadas también. Por ejemplo, el estrés emocional crónico.
Ya se ha demostrado que el estrés emocional crónico produce inflamación
crónica; todo el organismo reacciona de forma inflamatoria. Y a partir de ese
tipo de inflamación se producen los tumores malignos. Hoy sabemos que el estrés
crónico afecta a casi la mitad de la población mundial. Por eso digo que
vivimos en un verdadero estado de guerra.
RT: En la
medicina occidental contemporánea aún pervive un enfoque en el que se separan
claramente los trastornos mentales de los físicos… y la esfera emocional de la
persona tiene muy poco protagonismo. ¿Cómo valora usted este enfoque?
J.L.P.: Este enfoque es producto del mismo
poder que genera una materialización del concepto de vida. Entonces todo
empieza a verse desde una óptica materialista. De ese modo, si un paciente
tiene ansiedad, se entiende que hay un neurotransmisor en su cabeza que no
funciona bien, porque tal vez le falte magnesio, potasio o lo que sea… y se
hacen pruebas analíticas, etcétera. Pero no se atienden los factores
personales; quizá se deba a que el paciente discute frecuentemente con su
pareja y está angustiado por eso. Y sí, claro, los neurotransmisores pueden
estar alterados, claro que lo están, pero por la consciencia 'inmaterial' de un
problema. Y si eso se trata en el plano de lo material, pues no resuelve
realmente el problema.
En mi
consulta, a la historia clínica de una persona, yo la llamo "historia de
vida". Yo no le pregunto a la persona que viene a verme "qué le
sucede". Le pido que me cuente un poco su vida, sus preocupaciones, de
dónde viene, dónde ha nacido…
Verá, hay
muchas enfermedades que ya deberían haber desaparecido. Pero en lugar
de eso, se han hecho crónicas. Y ha ocurrido así porque los laboratorios de
investigación no han querido desarrollar el remedio que cure esa enfermedad. En
lugar de eso, prefieren sacar algo que la mantenga. Es más rentable sacar algo
que combata el síntoma en lugar de la causa, y que mantenga así el paciente
enganchado al producto.
Pero claro, generalmente para tratar las verdaderas causas hace falta mucha charla con el paciente, mucha cercanía, mejorar sus condiciones de vida en general: ejercicio, alimentación… hace falta humanizar la medicina, en definitiva, mediante estrategias naturales. Entonces se deja de necesitar la pastilla, el ansiolítico, o lo que sea.
RT: ¿Y la
responsabilidad de los pacientes? ¿No deberíamos tal vez los ciudadanos ser
menos dependientes de eso que se llama "las autoridades sanitarias"?
Y en ese sentido… ¿No es alarmante el escaso conocimiento que tenemos las
personas de hoy en día del funcionamiento de nuestro propio cuerpo, de qué
función tiene cada órgano y de cómo remediar nuestros trastornos? ¿No es
disfuncional en sí mismo ese grado de ignorancia sobre nuestro propio
organismo?
J.L.P.: Sí, y es muy alarmante. Porque ni
en la escuela, ni en el bachiller, ni en la universidad se educa a la persona
para que genere mecanismos de sanación por sí misma. Nosotros tenemos un
potencial sanador enorme. ¡Nosotros solos! Sin que intervenga ningún
doctor, ningún especialista.
Imagen ilustrativa / Jochen Sand / www.globallookpress.com
Si yo cojo a
un niño, desde bien pequeñito, y le enseño un poquito de anatomía, un poquito
de fisiología, un poquito de nutrición; si en bachiller se diera a los jóvenes
unas buenas clases de salud, para el cuidado de la salud, etcétera; y se les
enseñara la importancia de una buena dieta, el valor y la importancia de
cada tipo de alimentos… pues podrían acabar descubriendo, por ejemplo, que en
la cultura occidental, hoy en día, no disponemos de ningún medio para poder
comprar normalmente comida saludable. Toda la comida está contaminada.
RT: ¿A qué
se refiere?
J.L.P.: Legumbres, cereales, frutas,
verduras… Todo alimento que provenga del reino vegetal, está completamente
contaminado por pesticidas, fungicidas, plaguicidas y abonos nitrogenados.
Eso lo incorpora la planta. Y eso nos lo comemos. La carne también está
sometida a procesos contaminantes. Los peces criados en piscifactorías… para
que se haga una idea, el salmón de piscifactoría es el alimento más contaminado
del planeta.
Y en cuanto
a la comida manufacturada, pues cuando más procesada esté la comida, más
contaminada está: los conservantes y los colorantes obligan a nuestro organismo
a librar una verdadera batalla para eliminarlos. Y cuando no se consiguen
eliminar, todo eso incide en nuestros neurotransmisores. Y se está
demostrando científicamente que muchas afecciones de carácter psicológico e
incluso enfermedades severas como la esclerosis múltiple, se
deben a
trastornos de la flora digestiva. Se habla incluso de un cerebro
intestinal, porque hay ahí billones de bacterias que, dependiendo de cómo nos
alimentamos, mantienen o no un equilibrio. Y si se desequilibran, interfieren
en nuestro normal funcionamiento orgánico y también psicológico, claro.
Volviendo a
su pregunta: si la persona estuviera bien formada en el conocimiento de su
propia salud, decidiría sobre sus alimentos, y no los tomaría, y no los
compraría, y eso incidiría en la industria de la alimentación.
Con el
alcohol y el tabaco pasa algo parecido. No hay consciencia suficiente y no
se lleva a cabo una educación adecuada. Porque claro, la venta del alcohol, que
es una droga muy dura, y del tabaco, que también mata, no está penalizada
porque genera unos ingresos y una economía que es enorme. Si el Estado sabe que
el tabaco mata –y es obvio que lo saben porque lo escriben en las cajetillas–,
¿por qué lo venden? Esta campaña del miedo la hacen porque saben que la
respuesta que obtienen, sobre todo por parte de la juventud, es un desafío al
miedo. Por eso tampoco informan bien, no explican nada de las 320 substancias
adictivas que contiene un cigarrillo. Se limitan a hablar de la nicotina y el
alquitrán, cuando eso es casi lo menos dañino que contiene un cigarrillo.
RT: Usted ha
dicho que el terapeuta, el sanador, es una figura que debe tender a
desaparecer.
J.L.P.:
Yo procuro darle siempre a mis
pacientes claves para el cuidado de su propia salud: "tome tal o cual
alimento", "empiece a hacer este determinado ejercicio",
"medite cinco minutos al día", "dése un masaje en este punto,
aquí y aquí". Quiero que haya la menor dependencia posible; cuanto menos
dependencia, mejor.
Yo creo que
la aparición de la figura del médico es un fracaso de la especie. Además es una
profesión muy dura. Estamos siempre trabajando con el dolor y con la muerte,
con muy pocos recursos frente a eso. Es una profesión que podrá desaparecer
cuando el ser humano haga caso a sus instintos afectivos, emocionales y
amorosos, y obviamente sepa crear una relación con el entorno de no agresión,
de no violencia y de no imposición.
RT: Si
tuviera que señalar cuál es la carencia más importante de nuestro estilo de
vida, ¿cuál señalaría?
J.L.P.: La carencia de amor. Lo que ocurre
es que es una palabra que se ha maltratado mucho. Podríamos decir también
"afecto". En la medida en que falta esto, falta todo. La canción que
dice 'All you need is love' (Todo lo que necesitas es amor) tiene razón, es
verdad. Parece una tontería, pero esa es la verdad.
David Romero
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