por Thierry
Meyssan
Las
reacciones ineptas de los gobiernos europeos ante la epidemia de Covid-19
fueron dictadas por ex consejeros de Donald Rumsfeld y de George
W. Bush. Al contrario de lo que afirma la retórica pública, no tienen
ningún objetivo médico. Lejos de responder a la realidad de
la epidemia, lo que se busca es transformar las sociedades
europeas para integrarlas al proyecto político-financiero de
Estados Unidos.
Red Voltaire
| Damasco (Siria) | 5 de mayo de 2020
Donald Rumsfeld y George W. Bush.
Independientemente
de saber si la epidemia de Covid-19 es natural o si ha sido
provocada, este hecho ofrece a un grupo transnacional la posibilidad de
imponer repentinamente su proyecto político sin que nadie lo discuta
y sin exponerlo siquiera.
En cuestión
de semanas hemos visto Estados supuestamente democráticos suspender las
libertades fundamentales, prohibiendo a la gente salir de sus casas,
participar en mítines o hacer manifestaciones, bajo la amenaza de multas o de
ir a la cárcel. La escolarización obligatoria establecida por ley
para los menores de 16 años ha sido abolida temporalmente. Millones
de trabajadores han sido privados de empleo y enviados al paro de manera autoritaria
y cientos de miles de empresas también han sido obligadas a cerrar
sus puertas, que no podrán reabrir.
Sin ningún
tipo de preparación previa, los gobiernos han empujado las empresas a
establecer el teletrabajo… y todas las comunicaciones a través de
internet son grabadas por el sistema Echelon. Eso significa que los «Cinco Ojos»
(Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y
Estados Unidos) ya tienen en sus archivos lo necesario para
descubrir los secretos de casi todos los industriales europeos. En ese
aspecto, ya es demasiado tarde.
Esas
transformaciones de orden social carecen de justificación médica. Ningún
tratado de epidemiología en el mundo había planteado, y menos aún
aconsejado, un «confinamiento general obligatorio» para luchar contra
una epidemia.
Los
dirigentes políticos de los Estados miembros de la Unión Europea
se quedaron paralizados ante las proyecciones matemáticas delirantes que
les predecían verdaderas hecatombes en sus respectivos países [1]. Corrieron entonces a buscar la «salvación»
en las soluciones prefabricadas de un poderoso grupo de presión con cuyos
miembros se habían reunido en el Foro Económico de Davos y durante
las conferencias de seguridad que se realizan anualmente
en Munich [2].
El «confinamiento
general obligatorio» había sido concebido hace 15 años, en el seno de
la administración de George Bush hijo, pero no como una herramienta
de salud pública sino para militarizar la sociedad estadounidense utilizando
como coartada un ataque previo de bioterrorismo. Ese es el proyecto
que se aplica actualmente en Europa.
El plan
inicial, concebido hace más de 20 años alrededor de Donald Rumsfeld
–presidente de la transnacional farmacéutica estadounidense Gilead Science
antes de convertirse en secretario de Defensa de la administración
de George W. Bush– preveía adaptar Estados Unidos a la financiarización
global de la economía. Se trataba de reorganizar el mundo mediante
una especie de “división del trabajo” por regiones. Los países de
las zonas geográficas no integradas a la economía serían sometidos a
un proceso de destrucción de sus Estados para convertirlos en simples
“tanques” o reservas de materias primas mientras que los países de
las zonas desarrolladas (incluyendo la Unión Europea, Rusia y China)
serían responsables de la fabricación de productos, con Estados Unidos
como productor de armamento y en el papel de “policía del mundo”.
Con ese
objetivo se creó en 1997, en el seno del American Enterprise Institute
(AEI) [3] –think tank ya existente
desde 1938–, un nuevo grupo: el «Proyecto para el Nuevo
Siglo Americano» (PNAC). Este último anunció con bastante crudeza
parte de su programa… pero sólo una parte, la parte destinada a
convencer a los grandes donantes de fondos para que financiaran la campaña
electoral de George Bush hijo. El 11 de septiembre de 2001,
dos grandes aviones de pasajeros se estrellaron contra el World
Trade Center en Nueva York, se activó el programa llamado de «Continuidad
del Gobierno» (CoG), a pesar de que la situación existente
no correspondía a los parámetros previstos para su aplicación.
Los miembros del Congreso estadounidense y sus equipos de trabajo
fueron recluidos en un inmenso bunker, a 40 kilómetros de Washington,
y el «Gobierno de Continuidad», cuya composición es altamente secreta,
asumió el poder en Estados Unidos hasta el final de aquel día.
Aprovechando
el shock emocional provocado por los atentados del 11 de septiembre,
ese grupo impuso la adopción de un voluminoso código antiterrorista que
ya había sido redactado desde mucho antes –la llamada «Ley Patriota»(USA
Patriot Act)–; creó un extenso y poderoso sistema de vigilancia interna –el
Departamento de Seguridad de la Patria (DHS o Homeland Security)–;
reorientó la misión de las fuerzas armadas estadounidenses en función de
la división global del trabajo que se planeaba imponer (Doctrina
Cebrowski [4]) y emprendió la «guerra sin fin».
En resumen, la pesadilla que estamos viviendo desde hace
20 años es el mundo diseñado por ese grupo.
Si no nos
despertamos, el grupo actual, cuyo elemento visible es el doctor Richard
Hatchett, trasladará a la Unión Europea aquel programa concebido para
Estados Unidos. Impondrá de forma duradera una aplicación de rastreo en
los teléfonos móviles para vigilar los contactos individuales de todos,
arruinará las economías de ciertos países para transferir la fuerza de trabajo
hacia la industria del armamento y acabará convenciéndonos de que China
es responsable de la epidemia de Covid-19, con lo cual se justificaría
aplicar a China la llamada «doctrina de contención»
(Containment).
Si no nos
despertamos, la OTAN –que supuestamente estaba en «estado de muerte
cerebral»– va a reorganizarse. Se extenderá por el Pacífico,
comenzando con la incorporación de Australia [5].
Si no nos
despertamos, la enseñanza será reemplazada por un sistema de adquisición de
saber a domicilio, nuestros niños se convertirán en cotorras desprovistas
de espíritu crítico, sabiendo de todo pero sin conocer nada.
En el mundo
que se prepara para los ciudadanos de la Unión Europea, los grandes medios
de comunicación ya no serán financiados por la industria del petróleo
sino por lo que ha dado en llamarse «Big Pharma».
Nos convencerán de que todas las medidas adoptadas eran las más
adecuadas y en internet los motores de búsqueda impondrán a las fuentes
no conformes las peores calificaciones en términos de credibilidad,
en función de lo que piensan los autores de sus artículos pero
sin importar la calidad de sus razonamientos.
Todavía
estamos a tiempo de reaccionar.
Thierry
Meyssan
[1] «Covid-19:
Neil Ferguson, el Lysenko del liberalismo», Thierry Meyssan, Red Voltaire,
19 de abril de 2020.
[2] «Covid-19
y “Amanecer Rojo”», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
28 de abril de 2020.
[3] «El
Instituto Norteamericano de la Empresa», por Red Voltaire,
13 de marzo de 2005.
[4] «El
proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
[5] «La
OTAN pretende convertirse en alianza atlántico-pacífica», por
Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de diciembre de 2019.
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